Y qué chingones los mexicanos, qué chingona su tierra. Que vibra pero se hace más fuerte. Que es más fuerte que sus desastres, que no se define por sus desgracias.
Que la representa un águila pero se asemeja más a un ave fénix, que vive y se deshace, pero de sus cenizas renace. Porque México no es su corrupción ni su inseguridad. México es su gente, que se une y es más fuerte que todos los terremotos.
Porque no nos rendimos, porque somos sangre y somos sueños. Porque ser mexicano nunca había dado tanto orgullo y el «Cielito lindo» nunca había resonado así en nuestros corazones. Porque por cada mexicano que se cae, hay cien atrás que lo levantan.
Hoy más que nunca no estamos solos ni somos víctimas; somos guerreros que vibran más que la tierra que se mueve. Porque hoy todos somos México, donde «terremoto» no significa otra cosa más que el despertar de toda una nación.
Momentos donde dijimos «Qué chingones los mexicanos»
La mañana del 19 de septiembre del 2017, se recordó, con un simulacro, lo ocurrido 32 años atrás: un terremoto que sacudió no solo los escombros de la ciudad de México, sino esperanzas y sueños de personas que no pudieron cumplir un día más con vida. Grande fue la sorpresa donde horas después la pesadilla se volviera realidad: un sismo con una magnitud de 7. 1.
El terremoto arribó a la Ciudad de México a las 13:14 de la tarde. La tragedia se repetía: edificios colapsaron, personas no lograron desalojar sus lugares de trabajo u hogares y terminaron bajo los escombros, gritos, llantos y lamentos…
No todo quedó ahí, pues a pesar del desastre, hombres y mujeres; viejos y jóvenes; jefes y empleados; conductor y peatón, todos decidieron apoyar al prójimo no importando si lo conocían o no. Fue un momento donde la solidaridad se hizo presente y donde un puño en alto significó más que esperanza.
Con palas, manos, uñas y sudor el mexicano ayudaba con lo que podía: material de rescate, medicamentos, comida para los damnificados, un aventón al hospital o un hombro en el cual tomar aliento. No solo en el centro del país, sino en estados afectados como Oaxaca, Puebla, Morelos, Michoacán, Tlaxcala, Chiapas y el Estado de México.
Pero no solo a las personas que perdieron algo material o familiar se ayudó, la ayuda también fue -en forma de agua para todos esos héroes que voluntariamente se presentaron a los lugares afectados para «dar una mano» porque lo que sobraba en ese entonces eran voluntarios. ¡Gracias, mexicanos chingones!
Mexicanos el día de hoy
Este es uno de muchos ejemplos, pues el mexicano es el primero es levantarse ante un desastre natural o una epidemia mundial como la que ahora nos acontece. El vecino, maestro o conocido del conocido nos brindó socorro cuando las clases fueron virtuales y no se contaba con el material adecuado. Cuando el mismo trabajo se mudó a la casa y la familia se quedó día y noche en una habitación.
Pérdida de empleo, enfermedades y contagios protagonizan la última época. El mexicano brinda ayuda incluso en este momento, ya sea como mandadero, maestro, técnico en sistemas o enfermero. Nos adaptamos conforme las circunstancias.
Qué esfuerzo es salir a la calle y no abrazar al familiar, al amigo, al conocido. Aprendimos a cuidarnos para cuidar al prójimo; a respetar filas y a agradecer por nuestra salud; a tener una sana convivencia y a mantener el contacto virtualmente. Grandes y chingones los que nos cuidan por vocación, pero también por amor. ¡Vivan los mexicanos chingones!
¡Y viva México, viva México cabrones! Que de aquí nadie nos mueve, que de aquí nadie nos saca.