Los dioses, los hombres. Eterna relación, la culminación de la codependencia: sólo sé que si no existes, yo dejaré de hacerlo.
Los antiguos griegos —o mejor dicho, helenos—, quizá por su alma creadora, inventaron a muchos y divertidos dioses. Fascinantes a tal grado que los etruscos los adoptaron. Impresionado ante tanta creatividad e histrionismo, Alejandro Magno también los adoptó y los convirtió, como todo bajo su imperio, en Ley a rajatabla.
Así pues, los creadores de la vida se convierten: Zeus en Júpiter, Afrodita en Venus, Poseidón en Neptuno. La verdad, mal no les fue, a excepción de Hades, a quien tal vez por sus perversiones lo hicieron Plutón —que, por cierto ya es puro planetoide—. Y si le rascamos más, cuasi sustituto de leche.
En fin que, para este bonito *cuiz que le dicen, retaremos los conocimientos de nuestros estimados lectores, a ver *sicierto que muy *muys: