El cuerpo es nuestro vínculo con el mundo: a partir de él tenemos noción del tiempo y percibimos todo cuanto nos rodea. En él repercuten sentimientos, ideas, conciencia y es, finalmente, la forma de nuestra existencia y punto de partida de toda expresión.
—primera de dos partes—
De ahí que la historia de la humanidad sea, en cierta medida, la historia del cuerpo y de la infinidad de conceptos que cada cultura ha tenido de él; por algo Michel Foucault relacionó el control del cuerpo con el control político: la forma en que las diversas instancias de poder —el ejército y la religión, por ejemplo— han condicionado al cuerpo como un escenario de disciplina, represión, castigo y, por supuesto, placer.
Pero esto no pretende —por fortuna y por razones de espacio—, hacer un recuento de la historia del cuerpo, sino mencionar algunas curiosidades sobre la «reconstrucción» que se ha hecho de éste, ya sea por razones funcionales, estéticas e incluso artísticas, por medio de las prótesis.
Qué dientes tan grandes tienes…
Prótesis proviene del griego πρθεσις /prótesis/, compuesto de πρό /pro/, «delante de», y θέσις /tesis/, que procede del verbo τίθημι /títemi/, «poner», es decir, «que se pone delante», y es el procedimiento o el artefacto con el cual se repara artificialmente la falta de un órgano —un diente, un ojo, una pierna, un brazo, etcétera— o parte de él.
Durante el Neolítico, la supervivencia del ser humano debió estar llena de eventos traumáticos; por ello, es muy probable que la rama de un árbol se convirtiera en una prótesis recurrente, no sólo para enmendar la falta de una extremidad, sino también para hacer menos doloroso el apoyo de una pierna lastimada.
En el portal de la tumba de Hirkouf (2800 a.C.), Egipto, existe evidencia pictórica del uso de muletas.
Hasta el momento, se cree que la prótesis funcional más antigua es un dedo gordo artificial que investigadores de la Universidad de Manchester descubrieron en el pie derecho de una momia egipcia y que, probablemente, fue fabricado entre el 1000 y 600 a.C. A diferencia de otros dedos similares, que sólo cumplían funciones estéticas, éste muestra señales de uso y, por la forma en que está articulado —con madera y cuero—, se cree que fue diseñado para apoyar mejor el pie.
Desde el 2500 a.C. en la India ya se empleaban técnicas de curación y prevención de enfermedades no remitidas a simples conjuros, sino que alcanzaron tal sofisticación que, en el siglo III de nuestra era, pasaron del uso de prótesis a la cirugía plástica para subsanar mutilaciones de orejas, narices y el labio superior con injertos de piel del mismo paciente.
Alrededor del año 700 a. C., los etruscos elaboraban ya costosas prótesis dentales con una técnica muy avanzada para la época: los orfebres elaboraban piezas de oro de 5 X 1 mm para empotrar dientes postizos que fijaban a la boca por medio de una barrita de oro —antecedente de los puentes dentales—.
Estos dientes postizos por lo regular provenían de animales, se limaban hasta obtener el tamaño deseado y tenían un fin más estético que funcional, pues sólo se usaban en las secciones visibles de la dentadura; como ahora, los etruscos prefirieron tener una linda sonrisa que masticar adecuadamente la comida.
Otros vestigios de la Antigüedad son una pierna de madera encontrada en Capua, en el sur de Italia, que se exhibía en el Museo del Royal College of Surgeons, en Londres, y databa del año 300 a.C. —esta pieza se perdió debido a un bombardeo durante la II Guerra Mundial— ; una mano de hierro perteneciente a un soldado de nombre Marcus Silus, y un pie artificial hecho por Hegesistratus, del mismo periodo.
Piezas como éstas se mencionan en la literatura griega y latina de los siglos III y II a.C., y la constante es que las extremidades perdidas eran sustituidas con piezas de madera y hierro.
Hacia el año 450 d.C., la ley de las Doce Tablas de Roma prohibía la inhumación de los cadáveres con joyas de oro, pero se hacían excepciones si el cadáver tenía puentes de oro para fijar prótesis dentales. En el siglo VII, aparece en China la primera receta de una amalgama para empastes dentales.
Según un mito popular, George Washington usaba una dentadura postiza hecha con dientes de madera. En realidad estaba fabricada de hueso de hipopótamo.
Pata de palo, mano de gancho, ojo de vidrio…
Imposible no asociar estos aditamentos a los piratas que aterrorizaron puertos y rutas marítimas entre los siglos XVI y XVIII, aunque gran parte de la idea que se tiene de su apariencia e indumentaria, está determinada por la influencia del cine y la televisión.
Por ejemplo, tenían la idea de que llevar aretes de oro y plata, mejoraba su visión y puntería. Muy pocos piratas llegaban a usar ojos de vidrio, pues, además de costosos, eran muy incómodos: se trataba de una lente que se colocaba entre los párpados y no llenaba el espacio del ojo perdido y, para colmo, tenían los bordes afilados. Por ello, era más común que usaran un parche.
Al capitán Garfio, de la obra Peter Pan (1904), se debe la idea popular de asociar ganchos con piratas, pues existen muy pocas evidencias de que usaran prótesis con esas características.
A diferencia de los garfios, las muletas o piernas de madera sí fueron muy recurrentes, pues luego de los enfrentamientos no eran pocas las extremidades mutiladas; aún así, las prótesis más frecuentes que se empleaban servían para cubrir falta de orejas y narices, que les eran cortados como trofeo cuando se enfrentaban con otros barcos piratas o simplemente en las recurrentes peleas que surgían luego de embriagarse.
Un ejemplo de la exitosa evolución de las antiguas prótesis a las actuales, son las piernas prostéticas Flex-Foot Cheetah de la marca Össur que utiliza el atleta sudafricano Oscar Pistorius, las cuales le permiten correr e incluso le han dado la oportunidad de llegar a participar a unos Juegos Olímpicos.
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