Lo extremo puede ser emocionante, pues no importa si hablamos de que algo está en su grado más intenso o en su punto final, lo extremo altera el ánimo.
Por eso, cuando de niña escuché a la madre Conchita decir que no tardaba en llegar el padre para darle la extremaunción a don Delfino, no pude evitar sentir tristeza, pues intuía que en este caso el extremo se refería al fin de la vida del eterno conserje de la escuela. Y ahora no me cabe duda de que sólo una palabrota como ésta puede nombrar acto tan sagrado, aunque, ¿qué tiene que ver la unción?
La unción se relaciona con los óleos, es decir, los que se les aplican a aquellos que están próximos a la muerte. Por eso, estos no son cualquier óleo, sino santos, y, de hecho, al acto de dar la extremaunción también se le puede decir «dar los santos óleos» o, simple y llanamente «dar los óleos», que no son otra cosa que aceite de oliva bendecido.
Ungir o untar aceite como parte de un acto sagrado es una costumbre que viene del siglo vi, cuando este preciado líquido se transportaba de Jerusalén a Europa, después de arder día y noche frente a las tumbas de los santos. Y se usa aceite, porque sus características reflejan muy bien los conceptos sagrados: prosperidad, vitalidad y transparencia luminosa; además, es alimento indispensable, medicina y fuente de luz en las lámparas.
Extremaunción se refiere, entonces, a la última unción de aceite sagrado, pero pronto dejará de ser palabrota para convertirse en arcaísmo, pues, desde el Concilio Vaticano ii (1965), se prefiere como nombre oficial «unción a los enfermos», debido a que ya no sólo aquellos que están próximos a la muerte pueden recibirla, sino también todos los enfermos graves y las personas que hayan cumplido 65 años, aunque estén sanas.
Extremaunción —y santos óleos—
Origen y significado de la palabra «extremaunción».
- sábado 7 julio, 2018
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