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Orwelliano: un fenómeno literario muy cercano al totalitarismo

Lo orwelliano refiere a un fenómeno literario inspirado en las accione con doble moral de los totalitarismos alemán y soviético.
orwelliano

La palabra «orwelliano» es un neologismo que proviene de la famosa novela 1984 de George Orwell, en la cual narra el caso de un ciudadano que se resistía a abandonar sus libertades en una sociedad totalitaria donde el Gran Hermano vigilaba en todo momento a la población de Oceanía, dominándolas a través un Ministerio de la Verdad que se encargaba de eliminar los testimonios históricos y las palabras del diccionario, ajenas a su realidad, y así evitar el pensamiento crítico.


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La novela fue publicada en 1949, en el contexto de la caída del régimen nazi y con la creciente Unión Soviética, misma que decepcionó al joven periodista inglés durante su expedición para luchar contra la Falange Española. Sin embargo, esta historia recuperó impacto, en pleno siglo XXI, con las manifestaciones de un neoliberalismo exacerbado en los distintos gobiernos del mundo, hubo una nueva interpretación de su libro —a tal punto que desde la llegada de Donald Trump a la presidencia de EE.UU se ha disparado su venta, e incluso se encuentra agotado en Amazon.

Por eso nos hemos percatado que «orwelliano» aparece cada vez más para describir a un régimen totalitario. Sin embargo, siendo precisos en su origen, este adjetivo hace alusión al concepto de «doblepensar» que se explica en el libro.
A través de este mecanismo que sostiene dos opiniones contradictorias simultáneamente, el Ministerio de la Verdad manipula y trunca la verdad a su favor.

Orwell describe este proceso como consciente, para que no quede ninguna duda y sea suficientemente preciso, pero a la vez inconsciente para que no exista un sentimiento de falsedad y de culpabilidad. Se genera a través del oxímoron, la contraposición de dos conceptos que son opuestos; cada uno sabe y a la vez no sabe, pero es «lo que debe saber», así cada uno tiene una creencia y emoción correcta de acuerdo con la creencia que el Partido del Gran Hermano consolida.

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Aunque a primera vista podría parecer una situación política completamente fantástica, así era como funcionaba gran parte de la propaganda estalinista, por ejemplo cuando borraba a su enemigos políticos de las fotografías, en un intento por manipular los hechos históricos para la posteridad, y en la mente de quienes estaban en el régimen. Funcionaba también así la mente de Joseph Goebbels, encargado de la propaganda durante el régimen nazi, presentando los campos de exterminio a la población judía como un campo de retiro y descanso, resumido en su célebre frase: «Una mentira repetida mil veces se transforma en verdad». O la «caza de brujas» emprendida por el senador republicano Joseph Raymond McCarthy, una persecución de hombres e instituciones declaradas antiestadounidenses si tan sólo un rasgo «comunista» aparentaban.

Propaganda Nazi, vía Museo Memoria y Tolerancia

No en vano nos enteramos de problemas entre las naciones por el reconocimiento de las lenguas oficiales. Durante el régimen franquista en España se prohibieron lenguas como el euskera, el catalán, el asturleonés, el aragonés y el gallego —a pesar de que Franco nació en Ferrol, municipio de Galicia-, pues comprendían que la lengua significa poder político, identidad, comunicación y expresión. El castellano representaba el régimen mientras que las lenguas del norte la resistencia. ¿Existe una forma más enérgica de atacar la identidad de un grupo que estigmatizando su idioma? Actualmente la Casa Blanca eliminó su versión web castellanizada, como en 1984 se describe que el Partido borraba palabras del diccionario para evitar que la gente se comunicara y simplificara su pensamiento.


10 distopías en la pantalla grande

Una reinterpretación de nuestra realidad actual con la sociedad proveniente de la imaginación de Orwell en 1984 ha adaptado el término «orwelliano», no para referirse a un régimen totalitario, estalinista o nazi, sino para describir la manipulación política sobre la cultura de la población a nivel histórico, tradicional y lingüístico.

¿Acaso no está funcionando así gran parte de nuestra sociedad? ¿No son los eufemismos que acostumbran una forma de «doblepensamiento»? Frases como «movilidad exterior» para no mencionar la fuga de cerebros por falta de oportunidades en el país, la «desaceleración transitoria» para no dejar ver la crisis económica en la que nos hundimos, son parte de una realidad que, como aquél Ministerio de la Verdad planteado por Orwell, ciertos sistemas nos han sembrado en la cabeza.

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