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orita, ahoritita

Una historia que entenderán los mexicanos

Estaba estudiando la maestría en París y resulta que compartía departamento con un cuate argentino. Un día acabábamos de llegar los dos de la universidad, muertos de hambre, y nos dimos cuenta de que no había nada en el refri; fue entonces cuando Diego me dijo:

—Tenemos que ir a la compra, che, si es que queremos morfar1 algo. ¿Me acompañás?
Y entonces yo lo dije:
—Sí, orita.

Él, ni tardo ni perezoso, se puso la chamarra, los guantes y el gorro necesarios, y me esperó en la puerta, llave en mano. En cambio, yo me puse a ver la tele y me preparé unas palomitas de microondas. Cuando él me vio, me dijo:

—Che, boludo, ¿vamos a ir a la tienda o no?
A lo que yo le contesté:
—Te dije orita, no ahoritita.

1 «Comer», en caló argentino.
Testimonio de Eduardo Cesma, 35 años, Puebla, Pue.

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