«Oclocracia» proviene del griego ochlo, que significa multitud, y kratos, entendida como poder o gobierno. La Real Academia Española la define como «gobierno de la muchedumbre o la plebe». Esta explicación tan breve y sencilla nos deja igual de confundidos. ¿Qué es muchedumbre?, ¿qué es plebe? Desentrañemos aún más estas palabrotas.
La palabra «muchedumbre» se define como «abundancia o multitud de personas»; y «plebe» aparece como: «la clase social más baja», y siguiendo con la explicación que la rae le designa, en un segundo significado explica que en la antigua Roma se trataba de la clase social que carecía de privilegios propios de los miembros del Senado; y en tercer lugar la califica como clase social común, ajena a los nobles, eclesiásticos y militares. Básicamente la diferencia entre ambas palabras es de cantidad y calidad.
Mientras que «muchedumbre» se refiere a una gran cantidad de personas, la palabra «plebe» le brinda la característica de clase social baja, sin privilegios, e incluso inferior al resto.
Platón, en La República, consideró a la monarquía y a la aristocracia como formas ideales de gobierno, y a la timocracia, oligarquía, democracia y tiranía como corruptas. Pero no basta con eso, para comprender aún mejor lo que significa «oclocracia» debemos remontarnos hasta las enseñanzas de Aristóteles, quien clasificó las formas de gobierno en los libros iii y iv de su Política. Aquí explica dos elementos, quién gobierna —uno, pocos o muchos— y cómo gobierna —de buena o mala manera.
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Polibio, otro pensador griego menos famoso, enumeró seis formas de gobierno, tres buenas y tres malas –aquí es donde el término oclocracia fue empleado por primera vez–: la monarquía, la aristocracia y la democracia son las tres buenas, mientras que las malas son la tiranía, la oligarquía y, finalmente, la oclocracia.
Para él, oclocracia es la tiranía de las mayorías incultas y el uso indebido que hacen de la fuerza, para obligar a los gobernantes a adoptar políticas, decisiones o regulaciones desafortunadas; una forma de gobierno similar a la demagógica.
La democracia se vuelve ilegal y violenta para finalmente constituirse en oclocracia.
Las formas de gobierno recorren un cambio político casi cronológico y, según Polibio, se pasa de una a otra. Afirma que la sociedad inicia con un reino, sigue con la tiranía, la aristocracia, oligarquía, democracia y termina en la oclocracia. Así que nuestra palabrota es una forma de gobierno primario, de origen: «Ésta es la rotación de las constituciones; ésta es la ley natural por la cual las formas políticas se transforman, decaen y regresan al punto de partida»
Si te parece que la oclocracia y la democracia son dos formas de gobierno similares, lo mejor será distinguirlas. La primera es un gobierno dirigido por los deseos inmediatos de las clases sociales más incultas e iletradas. La toma de decisiones resulta en políticas arbitrarias que los gobernantes deben adoptar para satisfacer a la multitud; por otro lado, la democracia utiliza procesos de participación organizados y unitarios cuyo objetivo es que la voluntad de la mayoría marque las decisiones del gobierno.
La oclocracia es una forma de gobierno regida por la multitud, sin ningún tipo de organización o unidad. Aquí gana y decide quien grita más fuerte.
La democracia, siguiendo el ciclo de cambios políticos de Aristóteles, llega a degradarse en una oclocracia, que también resulta el punto de partida de los totalitarismos. Para referir algunos ejemplos de esto sólo hace falta remontarnos unos años atrás en la historia, así podríamos reconocer el nacionalsocialismo del Tercer Reich, o la dictadura del proletariado en Rusia, como casos típicos de oclocracia.
¿En qué situación podemos identificar que un gobierno se rige bajo la oclocracia? Cuando la voluntad general comienza a presentar vicios en sí misma, encarnando los intereses de algunos y no de la población en general, pudiendo tratarse aún como una «voluntad de todos», pero no de una voluntad general. Y esto es riesgoso porque en las oclocracias, tarde o temprano, entronizan a un líder mesiánico que acaba asumiendo facultades de dictador –lo que fatalmente lleva a oligarquías totalitarias, y el ciclo se repite.
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