Alguna vez alguien me dijo que lo correcto sería decir «hay nada», pues al utilizar la expresión «no hay nada» se manifiesta una doble negación. Si la apelamos a la tabla lógica de verdades que uno aprende en preparatoria, parecería que mi interlocutor estaba en lo cierto, pues, según ésta, una doble negación da como resultado una afirmación.
Si partimos de lo anterior, cuando decimos «no hay nada», lo que estamos diciendo es que «hay algo», y lo mismo sucedería con la frase «no hay nadie». Sin embargo, después de analizar y estudiar la situación, llegué a un interesante descubrimiento que a continuación explico.
En español tenemos los vocablos nada y nadie como sinónimos de no o vacío. Sin embargo, en el antiguo español de Cervantes, el adverbio no iba acompañado de: jamás, cuyo sentido es «ya más»; nadie, que significa «persona nacida»; y nada, cuya acepción es «cosa nacida». Así, estas voces no hablaban de una «no existencia», hasta que, con el tiempo y la costumbre, cada una pudo usarse indistintamente, sin la necesidad del no.
Al decir «no hay nada», decimos literalmente «no hay cosa nacida», lo que no significa que «no haya algo», más bien que, de todas las cosas que pudiera haber, «todo no está». Por eso, si dijéramos «hay nada», es decir, «hay cosa nacida», estaríamos suponiendo que, de todas las cosas que pudieran existir, «están todas», algo que, dentro de las leyes de la física o la lógica, es imposible.
También, al decir «no hay nadie», estamos diciendo «no hay alguien nacido», y si decimos «hay nadie», es decir, «hay persona nacida», damos a entender que, de todas las personas que pudieran estar, «están todas» al mismo tiempo, hecho que tampoco, según la teoría de Einstein, puede suceder.
Cuando nos preguntan: «¿Qué quieres comer?», y decimos: «Quiero nada, gracias», es decir, «quiero comer cosa nacida, gracias», estamos diciendo que, de todas las cosas que pudiéramos comer, «queremos todas», y eso no es cierto, porque lo que en realidad queremos es no comer. Por ello, cuando nuestra respuesta es «sí» y nos preguntan «¿qué?», respondemos «algo», que es un pedazo específico del todo.
De igual forma se nos pregunta: «¿Hay alguien?», es decir, «de todas las personas, ¿está una?»; y nosotros respondemos: «No hay nadie», o sea, «no hay persona nacida». Si dijéramos: «Hay nadie» —«hay persona nacida»—, estaríamos en un gran lío, pues se encontrarían todas las personas y, honestamente, aunque el espacio fuera enorme, es definitivo que no cabríamos todos los seres humanos existentes del planeta en un solo lugar.
Además, lo que nuestro interlocutor quiere saber es si no hay persona o si hay una en particular y para ello usamos los adverbios alguno, alguien y algo, palabras que indican que, de todo el universo de «cosas nacidas» —nada— o de todo el universo de «personas nacidas» —nadie—, escogemos una en particular. Por eso es incorrecto decir «hay nadie» y no lo es «hay alguien».
En el idioma de Shakespeare se dice «there is nothing», lo que en una traducción literal significa «hay “no cosa”». Como bien se ve, esta frase no dice que «hay nada», simplemente que «no hay algo» y nunca niega la existencia de la «nada».
Por otro lado, si hablamos del nunca, podemos afirmar que éste sí es un adverbio de negación, pues trabaja con el tiempo. Debido a que es lineal y sin dimensiones superpuestas, el nunca implica una elección constante de ese momento inexistente, mientras que el siempre es la elección de todo el tiempo existente, lo que, si no es imposible, sí es dudoso.
Pero el que sí es verdaderamente improbable es el gran ahorita mexicano, pues no determina en qué momento empieza y cuándo va a acabar. Se podría decir que el ahorita es escoger todo el tiempo no existente y abstenerse de elegir un momento del tiempo existente. Por eso, cuando en las dependencias gubernamentales le digan: «Ahorita pasa usted», esté preparado para entrar en una dimensión desconocida que puede durar para siempre… o nunca.