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Nahui Ollin: Un personaje hecho a la medida

Un ser incomprendido: ella era Nahui Ollin, la poetisa, modelo, profesora, musa y pintora mexicana del siglo XX.
Nahui Ollin: Un personaje hecho a la medida

No hay pintora mexicana más famosa y menos conocida que Frida Kahlo: a pesar de su enorme popularidad, su imagen comercial y el mito a su alrededor se sobrepusieron a su arte y biografía. Como ella, Nahui Ollin —escritora y pintora mexicana—a quien la fama no la alcanzó en vida, es un símbolo de libertad sexual y proto-femismo que ha dejado a un lado sus talentos y logros para dar prioridad a sus verdes ojos hechiceros.

Nahui Olin fue ignorada por décadas, su imagen fue parte de los archivos de grandes artistas pero no sobresalió más allá de ello y de los escandalosos relatos sobre sus magníficos ojos verdes. Mismos que —según fuentes incomprobables—no tuvieron compasión en asesinar a su hijo, cuando se enteró que su esposo, Manuel Rodríguez Lozano, era homosexual.

Otros relatos dicen que su hijo murió poco tiempo después de nacer y que fue esto lo que arruinó su matrimonio.  El hecho es que Nahui Ollin —cuyo nombre legal era Carmen Mondragón— creció en Francia con sus padres mexicanos, conservadores. Estuvo casada, viajó con su marido por Francia y España, vivió la muerte de su hijo y volvió a México en 1921, año en que decidió divorciarse.

Carmen Mondragón, Wikimedia Commons

Un año que le cambió la vida

Pero 1921 no fue un año cualquiera, entonces Diego Rivera volvió de Francia, Siqueiros de España y José Vasconcelos tenía en la mente un proyecto nacionalista que usaba la cultura y el conocimiento como bandera, entre todas estas revoluciones Nahui Ollin se cruzó en el camino de un artista que no se autoexilió, sino que vivió cada latido de La Revolución dentro del país: Gerardo Murillo, conocido también como Dr. Atl.

Murillo fue quien la acercó al resto de artistas e intelectuales que llevaban al país en una dirección progresista, ellos la pintaron, fotografiaron y elogiaron desde su cabellera rubia hasta su fina silueta y siempre dieron énfasis a los enigmáticos ojos verdes.

Pero el objetivo no es envolver a Carmen Mondrágón en la mirada apasionada de su amante más asiduo —ni de ningún otro amante— sino conocer a la persona más allá del personaje, si es que fuera posible.

Nahui Ollin, CENART

Su naturaleza sexual

Nahui Olin sí fue disruptiva para su época, pero no lo fue de la forma en la que el mundo actual quiere plantearlo, ella no exhibió su desnudez como una forma de enfrentar o romper cánones —aunque con ello lo hizo— sino como una forma de ser ella misma, su sexualidad era una pieza de su ser, como lo eran su mirada profunda y su poesía.

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Esta naturaleza y honestidad la volvió incomprensible y mítica en los —ya muy lejanos— años 20. Como todo mito, tuvo un lugar de admiración desde la idealización. Fue la bella musa cuyo movimiento armónico inspiró su apodo – nahui ollin significa «cuatro movimiento» en referencia a los cuatro cambios del sol a través de las estaciones.

Sí, fue admirada, pero jamás fue comprendida por sus contemporáneos. Tuvieron que pasar siete décadas para que otro mexicano, José Emilio Pacheco, entendiera que el tabú de la desnudez —que no se derrumbó sino hasta los años noventa— estuvo ausente en la mente de Carmen Mondragón desde los años 20.

Retratada por Antonio Garduño. Cortesía INBA.

Bajo su propia mirada

Quizá el único lugar en que podemos arriesgarnos a conocerla mejor es aquel espacio que fue refugio durante su etapa creativa, pintó 19 autorretratos con trazos largos y colores encendidos, en 6 de ellos aparece sola ante un fondo, como si se hubiera mirado a los ojos mientras se pintaba.

En el resto de ellos aparece con alguno de sus amantes: a veces desnuda, a veces vestida, a veces empequeñecida por la admiración que le provocaba su amante en turno, pero siempre enamorada del aquel momento el que el placer, el goce y el amor confluyeron en la historia. Si de algo estamos seguros es que Nahui Ollin, pudo amar su corporalidad sin culpas.

Nagui Ollin, 1945, Twitter, México del Recuerdo

El adiós silente de Nahui Ollin

Ella, tan admirada y admirable, tan amante de ser amada, murió en soledad. Pocas voces hicieron eco de su partida y no tuvo los honores merecidos sino hasta que el mundo y México estuvieron listos para voltear a verla y sentir aprecio hacia su «yo» desconocido.

La historia despojó al mundo de las pruebas que nos permitirían conocer mejor a Nahui Ollin, su muerte fue tardía, en comparación con las de sus contemporáneos y el interés que le debe el mundo deja una deuda de olvido imposible de reparar.

Quizá sea por ello que quienes aún la recuerdan, han decidido implantar sobre el resquebrajado personaje que ofrece la historia, a un nuevo ser mítico, como si Carmen Mondragón jamás pudiera liberarse del halo idealista que nos mantiene admirándola desde la lejanía.

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