El calendario cinematográfico nacional marca la ultima semana de octubre como una de las de mayor importancia pues es justo en esas fechas cuando se celebra el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), que este 2016 cumple 14 años. En medio de aplausos, rechiflas, alianzas y marcadas desavenencias festivaleras, a pesar de todo mantiene su fama como una importante plataforma de la industria fílmica en México.
Fue así que la competencia se llevó a cabo con pocas notas altas, particularmente los trabajos de Amat Escalante –La región salvaje (2016)–, Natalia Almada –Todo lo demás (2003)– o Daniel Castro Zimbrón –Las tinieblas (2016)– que se hizo del premio del público, pero que en esta ocasión decidió irse por trabajos de perfil más bajo, aunque indudablemente valiosos.
La selección internacional hizo tanto de las delicias como de las penas de varios cinéfilos, de distintas cepas, que se dieron cita a las sedes del Festival en la lucha por alcanzar entradas a las cotizadas funciones, que este año incluyeron lo nuevo de Xavier Dolan –Juste a la fin du monde–, Paul Verhoeven –Elle–, Bruno Dumont –Ma Loute–, Tom Ford –Nocturnal Animals– o Clint Eastwood –Sully).
De su selección de más de 300 películas, algunas de las cuales ya había tenido oportunidad de presentarse antes de este Festival, decidí comentar los dos filmes que ganaron las categorías principales, así como un par de títulos de la selección internacional que valdrá la pena buscar cuando tengas oportunidad:
El Vigilante, de Diego Ros (Mejor largometraje mexicano)
Una opera prima que se presenta como un discreto y absurdista thriller en el que el vigilante de una obra en construcción –Leonardo Alonso, quien fue premiado por su actuación– no puede partir de ese lugar aunque su turno haya terminado, pues una serie de obstáculos, cada vez más raros, se lo impedirán.
El filme es bastante ágil, intrigante y formalmente hábil en su uso de los espacios, remitiendo a esos mismos espacios explorados por Jorge Fons –Los albañiles (1978)– o Julián Hernández –Bramadero (2005)–, pero toda esa fina pólvora se ceba cerca de un anticlimático final, insatisfactorio y disonante con lo previamente planteado.
Bellas de Noche, de María José Cuevas (Mejor documental mexicano)
Este entrañable trabajo de nostalgia popular continua su senda de éxitos, después de haberse presentado con gran éxito en el Festival de Cine de Toronto. En el documental cinco de las vedettes más famosas de la época dorada del cabaret en México presentan su glamuroso pasado, en contraste con su crudo pero sincero presente.
Este trabajo de María José Cuevas entrelaza los encuentros con cinco representativas vedettes, algunos mejor integrados que otros, para crear, más que un retrato de ellas, una exuberante y trágica visión sobre el tiempo y sus estragos. Como dice Olga Breeskin frente a la cámara: «la juventud es el período más corto de tu vida».
Toni Erdmann, de Maren Ade (Estrenos internacionales)
La sensación del más reciente festival de Cannes llegó con altas expectativas a tierras michoacanas generando un bizarro y jubiloso desasosiego entre quienes pudieron verla. Una comedia alemana de dos horas y media se ostenta como una propuesta arriesgada, pero la cineasta alemana Maren Ade pone al fondo un brutal relato de la brecha de comunicación que existe entre un padre y su hija, el cual busca cerrarlo usando bromas y disfraces como paliativos al silencio.
Pocas veces la comedia había sido tan demoledoramente sincera, un filme difícil pero necesario.
La La Land de Damien Chazelle (Estrenos internacionales)
Cada cierto tiempo parece venir una película que vuelve a popularizar el malamente satanizado genero del musical, que en México es considerablemente impopular. En esta ocasión el turno es al irresistible encanto y colorida melancolía de La La Land, el más reciente filme de Damien Chazelle –Whiplash, (2014)– el cual presenta la sencilla historia de un par de angelinos clásicos: una aspirante a actriz y un aspirante a músico –interpretados por los carismáticos Emma Stone y Ryan Gosling– que junto a Chazelle canalizan a Jacques Demy –Les parapluies de Cherbourg, (1964)–, Vincente Minelli –Yolanda and the Thief, (1947)– o Stanley Donen –Funny Face, (1960)– para crear una devastadoramente mágica historia de amor.
Dulces o agrias, las morelianas tienen siempre un sabor muy distintivo, particularmente dentro de una sala de cine.
También te interesará conocer:
Los orígenes del cine de ficheras
Videos musicales por cineastas
Inventos que transformaron el cine para siempre
Los planos secuencia más memorables del cine
