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Morbo

Para que el morbo exista, la curiosidad alienta al ser a indagar en lo pútrido para desembocar en una especie de placer perverso.

Se puede experimentar morbo al mirar un fuerte accidente automovilístico, al escuchar un chisme a detalle, ver una película malísima —nomás por el simple hecho de saber por qué es tan mala—, un documental de la vida salvaje en el que una presa está sufriendo en cámara lenta, o un reality.
Para «sentir» morbo, el principal vehículo es la vista, después el oído y, en casos aislados, el olfato; pero para que tenga lugar, sin duda alguna es la curiosidad lo que alienta al ser humano a indagar en lo pútrido y en lo envilecido que, más que «resolver misterios», provoca un dejo perturbador que desemboca en una especie de placer perverso.
Las connotaciones que le han sido asignadas a la palabra morbo a través de la historia han repercutido en el sentido que se le da en el uso cotidiano; es decir, mientras unos consideran dicha sensación como un impulso totalmente «natural», para los demás tiene una acepción negativa, al grado de considerarlo pecaminoso y hasta insano.
Sin embargo, la opinión de éstos no está muy lejos de lo que en origen significaba morbo. En el Breve diccionario etimológico de la lengua castellana se asegura que esta palabra proviene del latín morbus, ‘enfermedad’, y que en el año de 1438 la usaban para designar cualquier tipo de afección mental, respiratoria, gástrica y a otras más.
Por ello, en años anteriores la palabra morbus denominó varios padecimientos, como morbus sacer, o ‘enfermedad sagrada’, usada para llamar a la epilepsia, pues en la Edad Media se consideraba como un castigo divino por haber pecado o como indicio de una posesión demoníaca. Más adelante, en 1594, el médico Juan Cornejo escribió El discurso particular preservativo de la gota, o morbo articular —un tipo de artritis producida por exceso de ácido úrico en la sangre debido a la alta ingesta de carne—, que fue descrita como: «Una materia morbosa ―que produce enfermedad―, excrementosa y sutil, corrupta y maliciosa, que cae o corre de la cabeza a los pies, y allí repara y hace diferentes accidentes de ardores, hinchazones, rubores o inflamaciones».

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