Por Bricia Martínez
Muchos apostarían una buena suma a que los muertos vivientes son pura fantasía, pero perderían: los zombis son reales. En la naturaleza existen algunas especies animales susceptibles de ser «zombilizadas» por ciertos tipos de hongos y parásitos que pueden modificar su comportamiento natural.
Como el Ophicordyceps unileteralis, un hongo que ataca a las hormigas y a otros insectos. Al introducirse en ellos comienza a controlar su cerebro, luego su cuerpo, para después forzarlos a morder las hojas de los árboles de manera compulsiva hasta morir. De su cadáver crecerán tallos que más adelante expulsarán más esporas para esparcirse en el aire en busca de nuevas víctimas.
Incluso animales más complejos pueden ser transformados: las ranas de árbol, una especie endémica de Asia, pueden infectarse del hongo Batrachochytrium dendrobaditis, el cual provoca que su «llamada de apareamiento» sea más larga y efectiva, volviéndolas más atractivas.
Las ratas también sufren este mal cuando se contagian de la bacteria Toxoplasma gondii; una vez que ésta llega a su cerebro las hace amar a los gatos y permanecer próximas a ellos, a fin de que los roedores puedan ser comidos. Al final, el patógeno termina su ciclo de vida dentro del felino.
Aún no se ha comprobado que estos hongos y parásitos causen los mismos efectos en el ser humano; sin embargo, en México hay algo llamado toloache que según dicen en mi pueblo, «te deja idiota como un zombie», es decir, domina tu voluntad; pero no hay que descartar posibilidades: recordemos que «la ciencia del hombre puede manipular a la naturaleza».