La creencia generalizada es que estos animales poseen la capacidad de acumular agua en sus prominentes jorobas, y que eso les permite realizar largas travesías en el desierto ardiente, sin tener que tomar agua durante varios días.
Sin embargo, la verdad es que lo que camellos y dromedarios almacenan en dichas protuberancias es grasa —que emplean como reserva de energía—, mientras que el agua se encuentra distribuida por todo su cuerpo, principalmente en el torrente sanguíneo.
Además, no sudan en tanto la temperatura de su cuerpo no sobrepase los 40ºC, con lo que evitan la deshidratación; de este modo es como pueden soportar más de cinco días sin beber, lo que compensan con los más de 200 litros que pueden ingerir cuando tienen agua a su alcance: de ahí su fama de ser «tinacos ambulantes».