Considerado como el primer plástico, en términos técnicos el celuloide es un termoplástico, lo cual significa que se puede moldear cada vez que se recalienta. Se compone de alcanfor y de nitrato de celulosa —o nitrocelulosa—, que lo hace un compuesto inestable y altamente inflamable.
La nitrocelulosa fue descubierta accidentalmente por Christian Schönbein —que seis años antes había descubierto el ozono— cuando se encontraba experimentando con ácido nítrico y sulfúrico en su cocina: rompió una botella de éstos, limpió el cochinero con un delantal de algodón y lo puso a secar sobre la estufa provocando la inmediata ignición, la cual, dicho sea de paso, resultó ser cuatro veces más potente que la pólvora. El nuevo explosivo sería bautizado como «algodón pólvora».
A pesar de contener tal reactivo, el celuloide permitió la existencia de las películas gracias a su flexibilidad: las placas rígidas de vidrio no pasaban por los proyectores.
Las pelotas de ping pong y los refuerzos de los cuellos de las camisas son algunos ejemplos de productos a base de celuloide, siendo de sus primeros usos el sustituto barato del marfil para bolas de billar y dientes postizos.
Actualmente ya no se utiliza el celuloide en el cine, ha sido sustituido por otros plásticos más estables como el acetato de celulosa —elaborado con pulpa de madera— y el polietileno —subproducto del petróleo.