Sin lugar a dudas, la jirafa —Giraffa camelopardalis—es uno de los animales africanos más icónicos de todos, no por ser particularmente veloz o formidable, sino por su característico cuello largo. Con una altura cercana a los 6 metros, entre 52 y 54% del largo vertebral de las jirafas se debe sólo a su cuello. Pero no se confíe, la jirafa no tiene más cervicales, sino apenas las siete que todo buen mamífero ostenta.
Las cervicales son las vértebras que permiten el movimiento de la cabeza; en el caso de las jirafas, cada cervical mide aproximadamente 28 centímetros. Las uniones cervicales presentan una estructura similar a la de las rótulas, por lo que estos animales pueden alzar la cabeza verticalmente. El origen de esta elongación pudo haberse dado por competir con otros herbívoros foliófagos —todos aquellos que se alimentan de hojas de árboles y arbustos—; es decir, la peculiar forma de las jirafas es producto de la selección natural.
Sin embargo, también puede hallarse un componente sexual que terminó por modelar la forma de su largo cuello. En efecto, las jirafas macho se han dado de cuellazos durante siglos para así cortejar. Nadie sabe para quién trabaja.