La imagen del cruzado que cierra el cinturón de castidad de su mujer y luego se aleja a todo galope hacia la guerra con una llave atada al cuello, es una invención de los novelistas del siglo XIX.
No existen pruebas tangibles del uso de cinturones de castidad durante la Edad Media, pues el primer dibujo de un artefacto parecido data de finales del siglo XV. Lo más cercano a un cinturón de castidad, son unos «pantalones de hierro» que usaban las mujeres florentinas —y del que ellas mismas custodiaban la llave— documentado en el libro Bellifortis (1405), de Konrad Kyeser.
Por eso, la mayoría de los cinturones de castidad «medievales» han sido retirados de museos y exposiciones. En el siglo XIX se comenzaron a producir estos artilugios para satisfacer a los «coleccionistas especializados», y para hombres que no podían mantener las manos quietas, pues según las recomendaciones médicas de la Iglesia, la masturbación era perjudicial para la salud.
En la actualidad se usan más cinturones de castidad que en ninguna otra época y sirven para estimular la práctica sexual, no para evitarla.