El topónimo de México procede de México-Tenochtitlan, nombre náhuatl con el que los mexicanos aztecas designaban a su ciudad capital, que se encontraba en el emplazamiento actual de la ciudad de México. Su etimología, sin embargo, es incierta.
El antropólogo Gutierre Tibón, en su libro Historia del nombre y de la fundación de México, analizó decenas de propuestas etimológicas. Una de estas teorías sugiere que México proviene del nombre de Mexitli, un caudillo o sacerdote legendario que guió a los aztecas en su peregrinación desde Aztlán, pero Tibón considera errónea esta hipótesis, pues el héroe sería un mito surgido después de la fundación de la ciudad, y habría tomado el nombre de ésta, y no a la inversa.
Por otro lado, un texto escrito por misioneros franciscanos sitúa el origen de México en Mixithl, una supuesta localidad cercana a Aztlán, de la que habrían adoptado el nombre.
En otras teorías, se le vincula con el dios Mexi, apócope de Mexihtli, que era un nombre alterno del dios Huitzilopochtli, de tal suerte que México sería «el lugar donde habita Huitzilopochtli». Pero una de las teorías más aceptadas, que registra fray Bernardino de Sahagún, sugiere que viene de los vocablos de la lengua náhuatl metztli, ‘luna’, yxictli, ‘ombligo’, además de la partícula locativa –co, lo que significaría «en el ombligo de la luna», supuesto nombre mexica del lago de Texcoco, donde erigieron la Gran Tenochtitlan. Algunos autores afirman que estos significados podrían traducirse simbólicamente como «centro del mundo».
El valle donde se asienta la ciudad capital era conocido en el mundo prehispánico como Anáhuac, ‘junto al agua’, en tanto que la ciudad recibía, como ya dijimos, el nombre de México Tenochtitlan —este último, ‘lugar de Tenoch’, fundador de la ciudad y jefe de los mexicas durante el siglo XVI—, que Sahagún registra como «lugar de la tuna silvestre en medio del lago de la luna», lo que corresponde a la leyenda fundacional del águila posada en una nopalera en el centro de un lago.
Tras la conquista, Hernán Cortés llamó Nueva España al territorio que actualmente ocupa México, y esta denominación se mantuvo durante todo el Virreinato. En la Guerra de Independencia, durante el Congreso de Chilpancingo se propuso retomar el nombre Anáhuac para «bautizar» a la naciente nación, pero el primer nombre oficial, en 1821, fue el de Imperio Mexicano. Tras la caída de Iturbide, el nuevo congreso federalista constituyó el 31 de enero de 1824 oficialmente los Estados Unidos Mexicanos, denominación oficial que persiste al día de hoy.
Sin embargo, el nombre común con que los mexicanos nos referimos a nuestro país es el de México, que era el nombre original de la capital del Imperio azteca, y que hoy reciben la ciudad de México, el valle de México, el Estado de México –aunque éste no estaba incluido en la capital azteca– y el país completo.
Así que cuando alguien le diga que va a o viene de «México» para referirse a la ciudad capital, antes de molestarse, recuerde que es un nombre que, por una antigüedad de más de 500 años, le pertenece por derecho.