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Marchanta, te

Nombre masculino y femenino usado en América. «¡Pásele, marchanta! ¡Métale la mano, pero si no compra, no “mallugue”!»

Alguna vez nos ha tocado que nos llamen «güerito» o «marchanta» cuando caminamos por el tianguis en busca de esa pancita revitalizadora que nos devolverá el alma al cuerpo. Y aquello de que nos vean la rubiez, aun donde no la hay, se entiende como que nuestro amable interlocutor intenta halagarnos; pero, «marchantita»… Podría confundirnos y hacernos pensar que caminamos raro, que se nos nota lo milicos o cosas por el estilo, aunque la realidad es que este término, utilizado principalmente en femenino para dirigirse a las señoras, que son quienes hacen el mandado, proviene del francés antiguo merchant —hoy, marchand—, «comerciante». Por eso, según registra Nebrija, antes se decía merchán, después merchante y ahora marchante. Y bueno, el francés merchant, a su vez, viene del latín mercatus, «comercio», y del latín vulgar mercatant.

Este vocablo tan usado en América Latina —principalmente en México— derivó hasta convertir ambos personajes, vendedor y comprador, sin importar su género, en marchantes; y lo mismo designamos al vendedor con el que compramos habitualmente las legumbres que al cliente asiduo —o parroquiano— de una misma tienda.

Ahora que en Argentina también lo usan en frases como: «lo ha hecho todo a la marchanta», para decir que lo ha hecho al aventón, sin cuidado; o en aquella de: «¡andá, tirate a la marchanta!», que es lo mismo que abandonarse, arrastrarse por el piso, pues.

Así que ya lo sabe, sea usted comerciante o comprador, hombre o mujer, lo mismo da: siempre puede ser un marchante.

J. G. Posada

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