¿Por qué, con tantita «agua que ataranta» –como la llamaba «Chava Flores»– la persona más ecuánime y tranquila del mundo puede transformarse en alegre, dicharachero, jacarandoso –en el mejor de los casos– o en el peor –en alguien impredecible, dramático, acosador e incluso violento?
En un vago intento por comprender y clasificar los variados tipos de humor –y horror– que se tienen con la embriaguez, he aquí este corto e inútil inventario.
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