Las relaciones entre los sexos no sólo hablan de diferencias, sino también de poder. Es un hecho ineludible y claro que la mujer ha estado, a lo largo de la historia, relegada a ser el «segundo sexo», aunque hoy en día eso parece o quiere parecer cosa del pasado. Esto se entrevé en cosas como el hecho de que la mayoría de los hombres piensan, por ejemplo, que «todas las mujeres manejan mal» y se sienten compelidos a decirles cómo hacerlo o darles instrucciones, ¿a poco no?, cuando en la realidad yo conozco a miles de hombres que manejan como idiotas y mujeres que lo hacen muy bien —yo, por ejemplo soy
una «Chucha Cuerera» para estacionarme, modestia aparte.
Cuando los hombres explican cosas
El mansplaining es esa necesidad que tienen los hombres de explicar de manera tutorial, protectora o paternalista, ciertas cosas a las mujeres. Es un término nuevo, acuñado hace algunos años —2010— formado por las palabras man, ‘hombre’ y explaining, ‘explicar’, y se define propiamente como «explicar algo a alguien, generalmente un hombre a una mujer, de una manera condescendiente». Lily Rothman, periodista de The Atlantic, lo define como: «explicar sin tener en cuenta el hecho de que la persona que está recibiendo la explicación sabe más sobre el tema que la persona que lo está explicando»; y añade que, en general, «este comportamiento suele darse de forma habitual por parte de un hombre hacia una mujer».
Este concepto comprende una mezcla heterogénea de actitudes que tienen en común el menosprecio del hablante hacia quien escucha —en la mayoría de los casos, una mujer— y por lo tanto, le supone una capacidad de comprensión inferior a la de un hombre.
El mansplaining también se conoce como manterruption, —de interruption, ‘interrupción’—, manspreading —de spreading, ‘propagar’— y manologue —una variante de monologue—, ya que los hombres tienden a explicar o dar clase como si estuvieran en un monólogo teatral.
El concepto tiene su mayor expresión en aquellas situaciones en las que el hombre sabe poco y la mujer, por el contrario, es la «experta» en el tema, algo que, para la soberbia del primero, es irrelevante: él tiene algo que explicar y eso es lo único que importa.
Y algunos ejemplos típicos son:
Paco: —María, ya que tú eres psicoanalista has de saber perfecto cómo se trata el complejo de Edipo hoy en día en terapia, ¿verdad?
María: —Lo que pasa es que el complejo de Edipo ya no se considera como tal, y ha tenido diversas interpretaciones y ha evolucionado en otros tipos de desórdenes y condiciones.
P: —Ay, pero segura ¿ya no le llaman complejo de Edipo? Creo que estás mal.
M: —No, ya no le llamamos así, es un tipo de formulación nodal de la estructuración psíquica.
P:—La verdad no creo, voy a preguntarle a Poncho que también es de la apm —Asociación Psicoanalítica Mexicana.
Una cosa muy común del mansplaining es el hecho de que el hombre suele interrumpir lo que la mujer va a decir o está diciendo:
Clara: —Fíjate que hoy tuvimos un caso interesante de hipertiroiditis en el hosp…
Gilberto: —¿Hipertiroiditis? Pues quítenle la tiroides y ya.
C: —No, a ver, lo que pasa es que en este caso hay un antecedente de…
G: —Ay, p’s yo no soy doctor, soy administrador, y si fuera yo, se la quitaba.
O también en el caso de cuando el hombre corrige o descarta la experiencia personal de una mujer.
Este concepto es aún más común cuando se trata de temas que los hombres creen conocer a la perfección, como aquellos sobre negocios. Yo tengo un amigo que siempre me dice:
—Yo creo que deberían vender más publicidad en la revista. —Ay, pendejo, gracias por decírmelo, o sea nunca lo había pensado, por eso tengo a seis personas en el área comercial, por eso leo sobre el tema, estoy en contacto con las agencias de medios, hacemos esfuerzos de publicidad digital, etcétera, etcétera…
O este otro, que tiene que ver con la manejada:
—¿Por qué no te estacionas en batería, en la puerta? Sí sabes, ¿no? O sea, arriba de la banqueta, de frente.
— Como si no supieras lo que es estacionarse en batería.
Esto del mansplaining también incluye situaciones en las que un hombre monopoliza la conversación creyendo ser más culto que la mujer que lo escucha o dándole a entender que él sabe más. La escritora Rebecca Solnit, en su libro Los hombres me explican cosas —Men Explain Things to Me— (2014), comenta que se trata de una práctica ancestral que hasta hoy —en la búsqueda de la igualdad— se empieza a notar como algo superofensivo. Este hecho, dice, es:
un síntoma de un comportamiento muy extendido que disuade a las mujeres de manifestarse públicamente o de ser escuchadas cuando se atreven a hacerlo; y nos acostumbra al cuestionamiento y la limitación femeninas, a la vez que fomenta el exceso de injusti cada con anza en lo que dicen los hombres.
Yo creo que el mansplaining se diferencia de otras muchas formas de condescendencia política, al estar específicamente ligado al género y basado en suposiciones sexistas que dan por sentado que los hombres están habitualmente mejor informados o son más inteligentes que las mujeres. Además, es un acto patriarcal que provoca muchos problemas en las relaciones de pareja, porque justo muchas de nosotras que no nos dejamos, acabamos retobando y peleando gacho; o simplemente defendiendo nuestro punto hasta el cansancio y luego por eso dicen que hablamos mucho.
¿Por qué existe el mansplaining?
Pues simple y llanamente, porque histórica y tradicionalmente el papel del hombre se asociaba a la autoridad, el conocimiento y a la iniciativa. Era el sujeto importante, al que la mujer debía de escuchar, mientras que por su parte, ella tenía un papel secundario, subordinado y que había que proteger, es por ello que los lingüistas lo consideramos más un fenómeno cultural que puramente de la lengua, aun cuando es un tema discursivo.
Lee el artículo completo en Algarabía 184.