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Mamá, yo quiero saber…:la vieja trova cubana

Hoy, siglos después, la palabra trovador denomina a los poetas y músicos que comparten el sentimiento y la tónica.

En la Edad Media, los trovadores –de los que ya hablaremos en una no tan lejana entrega– eran esos artistas y músicos que iban de pueblo en pueblo llevando sus notas y poesía en forma de canciones de cuya tradición nace la canción popular.

Hoy, sigos después, la palabra trovador denomina a los poetas y músicos que comparte el sentimiento, la tónica y el gpenero musical; así encontramos, entre otras, la trova yucateca, la colombiana, y la vieja y nueva trova cubana. De estas dos últimas hablaremos en tres entregas.

Empecemos la historia en la isla de Santo Domingo. A comienzos del siglo XVIII, España había cedido a Francia la mitad occidental de la isla y, en menos de un siglo de asentamiento francés, se había conseguido un significativo avance económico, debido en parte a la explotación de los esclavos negros.

En 1791, era tanta la población negra que había en la isla y tan grande el maltrato que se les daba, que estalló un movimiento de liberación incontenible. Los colonos franceses tuvieron que huir, algunos a Nueva Orleans y otros al oriente de Cuba. Con este éxodo se integró en Cuba una nueva cultura que, en poco tiempo, se afianzó en una nueva ciudad: Santiago. Los nuevos inmigrantes que llegaron al norte cubano llevaron, entre sus costumbres, ciertas danzas que aprendieron los santiagueros.

La contradanza y el danzón
Cuando salí de La Habana, / ¡Válgame Dios!
Nadie me ha visto salir / si no fui yo, […].
Si a tu ventana llega / una paloma,
trátala con cariño / que es mi persona […].

«La paloma», Sebastián Iradier

Entre estas danzas había una de origen inglés: el country-dance, que se convirtió en la contradanza afrofrencesa para llegar a ser, finalmente, la contradanza afrocubana, en la cual se involucraron elementos rítmicos de origen africano como el cinquillo, base de las primera canciones en patois-creolé –o criollo– que cantaban los negros franceses.

La trova —ese canto poético y romántico lleno de sentimiento que a unos gusta de primera, a otros de segunda, pero que en algún momento a todos nos queda— nace como una derivación del danzón cubano y de la contradanza, cuyo desarrollo fue paralelo, y se escriben ambos en compás de dos por cuatro, basado en el cinquillo.

Por su parte, el danzón nace en Cuba aproximadamente en 1879, y después tendría su auge tanto en la misma Cuba como en México, más o menos por el año 1925. A finales del siglo XIX, también se desarrolló la danza habanera, que tiene gran afinidad rítmica con el bolero; el ejemplo más famoso que hoy conocemos fue «La paloma», que tuvo mucha popularidad por los años 1860 y posteriores.

El bolero y la canción
El bolero, ése que no es baile y no es español, nació alrededor de 1830– después devandría en balada y en canción– y utiliza el mismp ritmo del danzón, aunque más lento, adicionándole letras con un gran sentido romántico.

Se considera a José «Pepe» Sánchez —santiaguero nacido en 1856— como el pionero que definió los rasgos estilísticos de este tipo de música.

No existía entonces una forma precisa en cuanto a la estructuración tonal en la que se componía la canción hasta que el bolero «Tristezas» —Tristezas me dan tus quejas, mujer / profundo dolor, que dudas de mí. / No hay prueba de amor que deje entrever / cuánto sufro y padezco por ti. […],— instauró dos periodos musicales de 16 compases cada uno, separados por un pasaje instrumental que se ejecutaba melódicamente en la guitarra, al que le llamaban pasacalle. Él, un admirable ejecutante de guitarra y poseedor de una voz de barítono, fue el maestro de gran cantidad de trovadores.

Son de Santiago…
Para 1893, en Santiago de Cuba había diez o doce orquestas, “pero curiosamente eran un fenómeno del interior de la isla; cantaban su repertorio de criollas, boleros, guajiras, claves, bambucos, habaneras y canciones, sobre todo en interminables serenatas […]”.

Los boleros eran cantados por trovadores o boleristas que, con sus guitarras, entonaban sus canciones en las serenatas y en las reuniones que se hacían en las casas de los creadores, a las que se les llamó «peñas».

En estas reuniones se conocieron artistas como Zequeira, “Tata” Villegas y Pancho Majagua, Sindo Garay y sus hijos Hatuey y Guarioné, entre otros y otras –porque la trova era democrática e igualadora– como María Teresa Vera, autora de una preciosa canción que no ha perdido vigencia y seguimos oyendo en estos días, como “Veinte años”:

¿Qué te importa que te ame, / si tú no me quieres ya? / El amor que ya ha pasado, / no se debe recordar. / Fui la ilusión de tu vida, / un día lejano ya. / Hoy represento el pasado, / no me puedo conformar […].

Hasta los años 20 del siglo pasado, los boleros y las canciones eran parte del repertorio de los trovadores del interior y las serenatas eran su especialidad. Poco después cuando comienzan a ser interpretados por solistas adquieren cierto aire de categoría.

La popularidad del son
En 1928, el son y los sextetos que lo interpretaban habían desplazado al danzón y se habían impuesto en el gusto popular, lo que influyó definitivamente en el bolero.

Surgió entonces una combinación de los dos ritmos: el boleroson, impulsado principalmente por El Sexteto Habanero: lo que empezaba como bolero se aceleraba rítmicamente y cambiaba la melodía original —a esta parte le llamaban «el montuno»—. Un detalle que nace con este ritmo es que se puede bailar, lo que sería vital en su éxito.

Un grupo que, además de impulsar el boleroson, impuso su modalidad bailable fue el Trío Matamoros —después llamado Conjunto Matamoros, con Miguel Matamoros, Rafael Cueto y Siro Rodríguez—.

Entre sus composiciones más populares recordamos: «Son de la loma», «Triste, muy triste», «Mi única boca», «Juramento», «Olvido», y la por todos conocida, «Lágrimas negras»: Aunque tú me has dejado en el abandono, / aunque tú has muerto todas mis ilusiones / en vez de maldecirte con justo encono / en mis sueños te colmo, / en mis sueños te colmo de bendiciones […].

En la década de los 30, el bolero empieza a acompañarse con el piano y es Nilo Menéndez quien interpretaría una canción de Alfredo Utrera que tendría popularidad universal:

«Aquellos ojos verdes» —Aquellos ojos verdes,/ serenos como un lago, / en cuyas quietas aguas / un día me miré […]—. Se destacan en estos años otras figuras de gran relieve, que harían brillantes aportaciones líricas y musicales: Eliseo Grenet, Gonzalo Roig y su «Quiéreme mucho»: Quiéreme mucho, dulce amor mío / que amante siempre te adoraré, / yo con tus besos y tus caricias / mis sufrimientos acallaré […], y Ernesto Lecuona con su «Siboney»: Siboney,yo te quiero, yo me muero por tu amor […]. Por su lado, en 1935, Rita Montaner —cantante de Guanabacoa—, fue proclamada Reina de la Radio Cubana e impuso el tango conga «Mamá Inés»: Ay, mamá Inés, ay, mamá Inés / todos los negros tomamos café […].

La popularidad de la radio
Mira que eres linda / que preciosa eres, /
verdad que en mi vida / no he visto
muñeca más linda que tú; […].

«Mira que eres linda», Julio Brito

El impulso que tuvo en Cuba la radio en estos años fue un factor determinante en la divulgación del bolero y las canciones. En ella se podían escuchar más voces, cantantes, dúos, tríos y conjuntos que en las vitrolas, y además facilitó la aceptación de los cantantes negros en clubes y teatros.

La radio fue un vehículo formidable para exportar e importar las canciones, sus compositores e intérpretes, ya que en Cuba se captaban transmisiones de onda corta y se aprendían las canciones de Agustín Lara o Pedro Vargas.

Hacia final de los años 30, Cuba quedó un poco relegada, mientras que, en México y Puerto Rico, Agustín Lara, Gonzalo Curiel, Pedro Flores y Rafael
Hernández impulsaron con fuerza el bolero. Al terminar la década, sería Osvaldo Farrés quien, junto con otros como Julio Gutiérrez, Bobby Collazo y Juan Bruno Tarraza, sin saber música, tomaría la iniciativa de componer canciones populares como:

«Toda una vida» —Toda una vida me estaría contigo, / no me importa en qué forma, / ni cómo, ni dónde, pero junto a ti […]— o la muy famosa «Quizás, quizás, quizás»: Siempre que te pregunto / qué, cuándo, cómo y dónde / tú siempre me respondes / quizás, quizás, quizás […], que fue traducida a varios idiomas e interpretada por cantantes como Nat King Cole, Bing Crosby, Maurice Chevalier, Edith Piaf o Josephine Baker, y hasta Henry Mancini le hizo arreglos semisinfónicos.

Otra de sus composiciones importantes son: «Acércate más y más y más y quiéreme así, así, así…». Por consiguiente, para el año de 1940, el bolero era ya el ritmo de moda. Se destacaron como intérpretes de éste: René Cabel —de quien se decía era el Pedro Vargas cubano—, Fernando Albuerne y Olga Guillot. Pero sobre la música cubana, sus compositores y estrellas, sus variantes, y de su evolución hasta lo que hoy conocemos como filin y trova, hablaremos en la siguiente entrega.

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