Maestros de la estafa I

Inventor de una… ciudad
¿Se imaginan una ciudad en la que los hombres andan desnudos, con sus partes íntimas cubiertas con oro y plata? ¿O un lugar cuyos hombres pueden comerse a su esposa si ésta le es infiel? ¿O en el que los pobladores se alimenten con serpientes?
Pues esto, y mucho más, salió de la imaginativa mente de George Psalmanazar, un hombre que, en el siglo xviii, cautivó a los londinenses con «relatos fascinantes».
En 1700, Psalmanazar llegó a Londres, a cuya sociedad le hizo creer que provenía de la isla de Formosa, un lugar exótico que pocos podían ubicar en el mapa. Pero esta isla, por supuesto, no existía.
El hombre encantó con historias como que en una celebración religiosa que duró nueve días habían sido sacrificados dos mil jóvenes al día, sacándoles el corazón y quemándolos en un altar.
Además, inventó que los habitantes de esa isla vivían hasta 120 años, gracias a su costumbre de beber sangre de víbora todas las mañanas.
Pero su habilidad para mentir no paró: George, con apoyo del obispo de Londres y muchas personas más, fue enviado a Oxford para darle clases a los estudiantes con el fin de que éstos, aprendiendo la lengua formosiana, fueran luego a la isla como misioneros cristianos.
Y, como eran tan «creativo», en 1704 publicó el libro Una descripción histórica y geográfica de Formosa, territorio sujeto al emperador del Japón.
Tiempo después, con los errores que iba cometiendo Psalmanazar —quien fue considerado como uno de los grandes impostores de su época— la gente empezó a darse cuenta de que era un fraude, y él, cansado de inventar historias, acabó con su gran mentira, confesándolo todo.