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Los Simpson: Todo queda en familia

por Carlos Bautista Rojas

¿Habrá alguna persona en el mundo urbanizado que no haya visto nunca a alguno de estos amarillos personajes? ¿Habrá alguna situación terrenal que no haya sido emulada en esta serie cuya constante es la ironía? ¿Qué decir de esta familia arquetípica sin caer en el lugar común? He aquí nuestro intento por describir esta serie televisiva que lleva 22 años al aire —y contando, llamada ‘Los Simpson’.

Octavio Paz revisa y hace correcciones a los textos que integrarán su biografía más reciente. De pronto, el maestro pregunta la hora con preocupación. Le dicen que son cerca de las siete. Pide por favor que le prendan la televisión.

Al minuto, el hombre que parecía consumido por el cáncer, se voltea de la risa con las ocurrencias de un Homero obeso que trabaja desde su hogar.

—¡Ah, qué bonitos!, viendo Los Simpson… —reclama la coordinadora del libro que se ha aparecido de pronto.

—¿No te gustan? —pregunta el poeta.

—Prefiero verlos en inglés… —contesta con desdén la señora sin sentido del humor.

—De lo que te pierdes —rebate el Nobel de Literatura—: nos resumen.

¿Quién sino el ensayista más riguroso en español podría sintetizar la esencia de Los Simpson con dos palabras?

Cuando se intenta describir a estos emblemáticos personajes —que ya forman parte del imaginario colectivo—, se cae en obviedades como: «son una crítica a la sociedad estadounidense», «son irreverentes», «son una burla de la típica familia americana», «son la familia disfuncional por excelencia», «es una caricatura para adultos», entre otros lugares comunes. Ante tantas cosas ya dichas, ¿qué más puede decirse de esta serie?

LA VIDA EN EL INFIERNO

Para comprender por qué Los Simpsonson como son, hay que remontarse a los años 70, cuando el joven Matthew Abram Groening —que nació en Portland, Oregon, en 1954— comienza a dedicarse a la ilustración. En 1977, Matt, como firma sus dibujos, publica La vida en el infierno —Life in Hell—, un «pasquín» que muestra las aventuras de Binky, un angustiado y depresivo conejo; este cómic le sirvió para desahogar la presión y el estrés mientras trabajaba en una tienda de discos en Los Ángeles.

A pesar de que Matt sólo distribuía La vida en el infierno por medio de fotocopias, en menos de un año se incluyó una historieta suya en la revista We t, una publicación bimestral que promovía productos para bañarse. En 1980, cartones de La vida en el infierno comenzaron a publicarse cada semana en Los Angeles Reader, donde Groening también comenzó a trabajar, primero como linotipista, luego como ilustrador incidental y al final como crítico musical.

EL AMOR ES EL INFIERNO

Para 1984, Groening quería producir una miniserie de 13 capítulos con los mismos personajes de La vida en el infierno, pero el proyecto terminó convirtiéndose en un libro: El amor es el infierno —Love is Hell—, del que pronto se vendieron más de 22 mil ejemplares en sólo dos ediciones. Con el dinero obtenido, se asoció con su entonces novia Deborah Caplan y juntos formaron la compañía Life in Hell, para producir y comercializar las historietas de Groening en tazas, camisetas y más libros.

Hacia 1982 James L. Brooks, productor de Hollywood, recibió como regalo un ejemplar de La vida en el infierno,y desde entonces se hizo seguidor del cómic, que para entonces ya se publicaba de forma independiente. En 1985 Brooks contactó a Groening para que éste adaptara La vida en el infierno a la televisión en animaciones cortas. Matt, temeroso de que con la sociedad televisiva de sus personajes pudiera perder los derechos de comercialización, prefirió ofrecer algo nuevo.

SIGUE EL CAMINO AMARILLO

Aquí empieza el camino más escabroso para quien intente adentrarse en la historia de Los Simpson, pues sus creadores, la misma serie y sus millones de fanáticos, han difundido infinidad de rumores y mitos alrededor de cada detalle de producción, de los invitados especiales, y de las historias que hay detrás de los nombres y de la «biografía» de cada personaje.

Se dice que el mismo día en que Matt Groening iba a presentar su «proyecto» a James L. Brooks, mientras esperaba en el vestíbulo, comenzó a bocetar los nuevos personajes para la serie animada que le pedían.

Groening entregó sus bocetos básicos a los animadores y supuso que el trazo de los personajes sería mejorado durante la producción; pero se conservaron sin modificaciones y Los Simpson tuvieron una apariencia burda durante los 48 cortometrajes —que oscilan entre los 30 y 90 segundos— transmitidos a partir del 19 de abril de 1987 en The Tracey Ullman Show. El último corto de Los Simpson —así, en español, como entona hasta la fecha el coro que abre la serie, pues más tarde cambiaría su nombre a The Simpsons— se transmitió el 14 de mayo de 1989, pues para entonces los productores ya habían decidido convertir los cortos en una serie animada.

UN REGALO DE NAVIDAD

Aunque los productores estaban muy nerviosos por cómo recibiría la audiencia una serie animada de 20 minutos de duración, junto con los problemas que se presentaron para tener el «programa piloto» a tiempo —mismo que se transmitió hasta el final de la primera temporada—, se animaron a dar a conocer a esta familia ictérica con un «Especial de Navidad de los Simpson» —Simpsons Roasting On An Open Fire—, el 17 de diciembre de 1989.

El éxito fue inmediato y rotundo: de todo el mundo solicitaban copias del programa a la compañía fox, que no se daba abasto para cubrir la demanda. Lo que en origen fue un corto «de relleno», de pronto se convirtió en un fenómeno de masas.

Uno de los secretos del contenido de la serie fue que los creadores firmaron un convenio con la productora para que no interfirieran ni censuraran los temas ni el lenguaje empleado. La empresa fue la mayor beneficiada de ello, pues Los Simpson fue su primera producción en colocarse entre las 30 series más vistas de la historia.

LAS BUENAS CONCIENCIAS

Por supuesto, las muestras de rechazo tampoco se hicieron esperar. Bart Simpson, el rebelde por antonomasia, y quien siempre quedaba sin castigo sin importar lo que hiciera, se convirtió en el emblema de todo lo que un buen niño estadounidense no debía hacer; en las escuelas se prohibió que los niños llevaran algún «Simpson» en sus cuadernos, mochilas o en su ropa. Paradójicamente, eso mismo disparó la venta y la promoción de los amarillos personajes, pues se volvieron sinónimo de «lo prohibido» e incluso de «lo alternativo».

A pesar de su aparente irreverencia, las primeras dos temporadas tenían connotaciones religiosas muy evidentes, y el final de cada capítulo tenía cierto tono moralista o incluso aleccionador, una «decisión meditada» que hacía ver todas las bromas y comentarios políticamente incorrectos como incidentales.

Gracias a este salto en los contenidos de la televisión abierta por medio de una serie animada —pues se da por hecho que si son caricaturas, «son para niños»—, surgieron muchas más de otras productoras —queriendo emular el éxito de Groening— o de algunos que sólo buscaban ofrecer un punto de vista más crítico y sin pudor —como South Park, creada por Trey Parker y Matt Stone en 1997, y cuyos contenidos rayan en lo ofensivo y, según las «buenas conciencias», en la pornografía.

ALTAS Y BAJAS

Por supuesto, no todo ha sido miel sobre hojuelas; en los más de 20 años que se ha transmitido la serie, la calidad de los capítulos empezó a decaer cuando la trama principal empezó a depender por completo de los «artistas invitados» —en especial de grupos de rock y actores de cine que llegan a casi un centenar, y cuya variedad va de Mel Gibson a Stephen Hawking—, y el sentido del humor empezó a volverse menos crítico, más simplón y predecible. Sin embargo, en 2007 los creadores participaron en la gran huelga de guionistas de tv y, a partir de que mejoraron sus condiciones de trabajo, también lo hicieron los contenidos y las temáticas del programa.

El éxito televisivo de la serie es indiscutible, pero incluso cuando Los Simpson. La película (2007) obtuvo más de 526 millones de dólares en taquillas, no aportó gran cosa a la historia y, para muchos, fue sólo un capítulo de dos horas. ¿Será por eso que, al inicio, Homero dice lo que dice: «Mira a todos esos tontos, pagaron por ver algo que pueden ver gratis en tv»?

CONFUNDE Y VENCER S

La misma serie se ha encargado de difundir datos falsos alrededor de sus orígenes y sus creadores; por ejemplo —en la temporada siete—, Matt Groening se dibuja a sí mismo como un anciano calvo, tuerto y malhumorado. La información que se presenta es alterada cada tanto, pues la inconstancia forma parte del humor.

Tal vez la broma más recurrente sea la «ubicación real» de la ciudad de Springfield, pues existen 16 ciudades con ese nombre sólo entre Oregon y Massachusetts —lugares de origen de Matt Groening y del guionista Mike Scully, respectivamente—. Siempre que Springfield está por representarse en algún mapa, alguien pasa «por casualidad», y jamás es posible saber en qué parte de los ee. uu. está ubicada, aunque una vez se menciona que se encuentra cerca de Washington d.c.; sin embargo, la dirección postal del Sr. Burns es de Springfield, New Jersey.

Springfield celebró su aniversario 200 en la temporada 7, en la que se revela que el «heroico fundador», en realidad había sido un pirata asesino cuyas proezas —como las de casi todos los héroes inventados por los ee. uu.—, sólo son un pretexto para que la población tenga algún ejemplo moral o alguien en quien creer.

De acuerdo con esta «incongruencia» en la historia, los Simpson viven en Avenida Siempreviva —Evergreen Terrace—, cuyo número a veces se presenta como 1094 o 742. Su teléfono es: (939) 555 0113, cuyo código de área correspondía en realidad a Puerto Rico, mismo que fue cambiado en 2001 por el 787. El código postal de la ciudad es el 80085, inexistente en los ee. uu.; de existir, estaría localizado en algún punto de Colorado. En el capítulo 20, Lisa afirma que viven en el estado de Iowa.

Lo cierto es que varios de los lugares referidos en la serie —la planta nuclear, la estatua de Jeremías Springfield, el bar de Moe, entre otros— están basados en lugares reales que Groening ha conocido durante su vida, así como los personajes que lo han vuelto un autor de culto, pues todos tienen relación con sus familiares, salvo Bart Simpson, quien lo representa a él de niño.

Los más fanáticos reclamarán que faltan infinidad de datos y referencias, pero, ¿qué más decir sobre algo que debe y puede verse por el canal fox jueves y domingos —incluso de madrugada en sus diversas repeticiones?

Sólo resta añadir que el 25 de septiembre de 2011 comenzó a transmitirse la temporada 23 en los EE.UU.. ¿Hasta dónde llegará esta «fiebre amarilla»?

Carlos Bautista Rojas, cada vez que necesita contar una anécdota o describir una situación de forma precisa, recurre a una escena de Los Simpson y gracias a eso se ahorra descripciones innecesarias —e incluso la anécdota misma.

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