Parece que todo el universo de Mary Shelley gira alrededor de Frankenstein, su novela más célebre, y hace de ella una one hit wonder de la literatura. Sin embargo, esta romántica dedicó media vida a escribir y a luchar contra numerosos monstruos. Su existencia —cuando menos sus primeros 25 años— estuvo plena de enredos, tragedias y escándalos que superan cualquier melodrama.
Primeros años
Mary Wollstonecraft, gran pionera del feminismo, publicó en 1792 una de las primeras obras de género: A Vindication of the Rights of Woman —Vindicación de los derechos de la mujer— y ese mismo año viajó a París para observar de cerca la Revolución francesa. Ahí conoció al veterano de guerra estadounidense Gilbert Imlay, de quien se enamoró e iniciaron una vida en común, pero pronto él la abandonaría. Wollstonecraft, sola en Francia con su pequeña Fanny, fruto de su relación con Imlay, fue tras él a Inglaterra —donde intentó suicidarse— y luego a Escandinavia, sin lograr la reconciliación. En 1796, de vuelta en Inglaterra, comenzó una relación con el filósofo William Godwin —muy criticada debido a que ella era madre soltera—, con el que se casó en 1797. Su hija, Mary Wollstonecraft Godwin, nació en Londres el 30 de agosto de 1797. Once días después, moriría de fiebre puerperal.
Godwin ahora estaba solo con dos niñas: Fanny y Mary, por ello, pocos años después contraería matrimonio con la viuda Clairmont, quien «aportó» dos hijos —Charles y Claire— de su primer matrimonio, por lo que las dos huérfanas de madre crecieron siempre rezagadas. Aún así, recibieron una educación esmerada y sobre todo Mary fue admirada por su padre, quien veía en ella una gran capacidad intelectual. Ella misma contó que, siendo hija de dos célebres escritores, desde muy pequeña gustaba de «garabatear» y, para entretenerse, ponía en papel sus sueños, que casi siempre eran más fantásticos que sus escritos.
Su propio escándalo
En 1812, durante una estadía con amigos en Escocia, Mary y Fanny vieron por primera vez al poeta y admirador de su padre, Percy Bysshe Shelley. Su aura romántica las cautivó a ambas, pero no volvieron a encontrarse no hasta dos años después, cuando Shelley los visitó en su casa. Fue entonces —en julio de 1814— cuando Mary y él entablaron una relación romántica que los llevó a enfrentar un escándalo que superaba al protagonizado por su madre: el casado Shelley se fugó con Mary y se la llevó de viaje por Europa, junto con su hermanastra menor, Claire Clairmont. Al regresar a Londres, en octubre, la sociedad entera los repudiaba: William Godwin les retiró la palabra por más de dos años, sus amistades se alejaron de ellos y Shelley contrajo gran cantidad de deudas. En noviembre de ese año nació el segundo hijo de Percy y Harriet, su esposa, al mismo tiempo que Mary quedaba embarazada de él.
El 22 de febrero de 1815 nació prematura Claire, la primera hija de Mary y Percy; murió unos cuantos días después y la situación era cada vez más precaria, al descrédito social y el endeudamiento se añadió la tristeza por la pérdida de su bebé.
Un año tormentoso
El 24 de enero de 1816 Mary dio a luz a su segundo hijo, William. Mientras tanto, su hermanastra Claire iniciaba una relación amorosa con Lord Byron, el poeta libertino, amigo de Shelley. En mayo de ese año Percy, Mary, William y una embarazada Claire salieron nuevamente de Inglaterra, viajaron a Francia e Italia y finalmente rentaron un lugar en Suiza, a la orilla del lago Ginebra. Muy cerca de ellos, Byron, junto con su secretario John Polidori, había alquilado la Villa Diodati.
Una noche de tormenta, reunidos todos en Villa Diodati y tras haber leído relatos fantasmagóricos, Byron lanzó el reto: los presentes tendrían que escribir una historia tenebrosa. Mientras que Percy y Byron olvidaron de inmediato la promesa, tanto Mary como John pusieron «manos a la obra». John publicaría el relato «El vampiro» (1819), que sirvió de modelo al futuro Drácula (1897), de Bram Stoker. Por su parte, Mary pensaba en «una historia que hablara de los misteriosos temores de nuestra naturaleza, que despertara y conmoviera hasta el horror, un horror que hiciera que el lector sintiera miedo de voltear la cabeza, que helara la sangre y acelerara los latidos de su corazón».
Por fin, tras otra velada en Villa Diodati en la que se habló de la naturaleza del principio de la vida, del galvanismo y de los experimentos del dolor Erasmus Darwin, Mary tuvo una epifanía. Esa noche, en duermevela, le surgió la idea: «Vi con los ojos cerrados, pero a través de una aguda visión mental, al pálido estudiante de artes diabólicas arrodillado al lado de aquella cosa que había conseguido juntar. Vi el horrendo fantasma de un hombre yacente y entonces, bajo el poder de una enorme fuerza, aquello dio señales de vida y se agitó con un torpe, vital, movimiento». Lo demás fue trasladar esas imágenes de la fantasía a la «realidad» de la novela.
Mientras Mary escribía Frankenstein, la muerte la acechaba: en octubre de ese año, su hermana Fanny habría de suicidarse con láudano en la casa paterna. En diciembre, la esposa de Shelly también se suicidaría tirándose al lago Serpentine, en Hyde Park. Ese tormentoso año culminaría el 30 de diciembre, con el matrimonio de Mary y Percy.
Nace el monstruo
En mayo de 1817 y con un nuevo ser en su vientre —Clara Everina, que naciera el 2 de septiembre—, Mary terminó la escritura de Frankenstein. Ese mismo año se dedicó a editar los diarios de sus dos viajes por Europa, coescritos con Percy, los cuales se publicaron con el título de History of a Six Week’s Tour —Historia de una excursión de seis semanas— y fueron firmados sólo por él.
Finalmente, tras ser rechazada por dos editoriales, el 1 de enero de 1818 saldría a la luz Frankenstein; or, The Modern Prometheus —Frankenstein o el moderno Prometeo— en tres volúmenes y de forma anónima. Como el prefacio estaba firmado por Percy Shelley, fue atribuida a él. Existe la posibilidad de que hubiera pasado desapercibida, si no fuera porque Percy le regaló un ejemplar al autor consagrado sir Walter Scott, quien publicó una crítica muy positiva acerca de ella.