Cuentan las malas —o buenas— lenguas que el gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa, que tenía fama de cacique —prepotente y mafioso—, constantemente recibía quejas de diferentes grupos en contra de su política y represión.
Se argumentaba que había un gran número de «desaparecidos» de la guerrilla y presos políticos y, por lo tanto, en cada protesta o manifestación, siempre se le exigía que diera razón de lo que había pasado con ellos.
Un día, Figueroa, que parece haberse cansado de los reclamos, salió a la ventana del palacio de gobierno y, enfrentando a sus agresores, decidió contestar sus preguntas diciendo:
—Miren, señores, esos desaparecidos por los que ustedes preguntan no son desaparecidos, ¡son muertos!
Los desaparecidos de Guerrero
Cuentan las malas lenguas que el gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa, que tenía fama de cacique, constantemente recibía quejas de diferentes grupos en contra de su política y represión.