¡Ay, queridos míos, estoy tan emocionada! Porque la información que les traigo los va a dejar más que he-la-dos.
Loudun, Francia, 1632
Fíjense que estuvo grueso el chisme que llevó a la tumba al cura éste tan sexy, Urbain Grandier. Desde que llegó a la ciudad de Loudun causó conmoción e hizo estragos entre las damas de las mejores familias del lugar. Los hombres lo miraban con odio, pues este «hombre de Dios» no paraba de seducir a sus esposas e hijas.
Pero fue una mujer —y monja, además— la que se encargó de vengar a los cornudos de Loudun: la abadesa del convento de las monjas Ursulinas, Jeanne de Belciel, mejor conocida como madre Juana de los Ángeles. Esta religiosa deseaba que Urbain fuera el confesor de sus monjitas, pero Grandier se negó, pues estaba demasiado ocupado con las laicas como para hacerles caso a las madres, así que la abadesa se enojó y le montó tremendo teatro para hundirlo:
Primero empezó a propagar el rumor de que la ursulinas soñaban con el Diablo, que por cierto, tenía la cara de Urbain; luego les empezaron a dar retortijones, porque según ellas, se les había metido el chamuco; después, que comienzan a hablar en latín mal pronunciado y, finalmente, que les salen las llagas de Satán. Y todo, absolutamente todo por culpa de Grandier, quien fue apresado, torturado y por último, acaba de ser quemado en la hoguera. Decenas de curas han ido a exorcizar a las monjitas y ya les sacaron cientos de demonios, pero todavía les quedan unos cuantos, y eso que el sacerdote ya se murió.
Loudun se ha convertido en un paraíso turístico, no faltan los que cobran por ir a ver cómo les sacan los diablos a las monjas y hasta vender souvenirs.
¡Pobrecito Urbain Grandier, tan guapo y tan coqueto! Pero a ver, ¿quién le manda desairar a una mujer tan religiosa como rencorosa?
¡Au revoir, amorcitos!
