Nací en el barrio de la merced , y lo primero que recuerdo haber oído son dos boleros que salían de un magnavoz de una feria de barrio en los que María Luisa Landín cantaba así: “Dos almas en el mundo había unido Dios, dos almas que se amaban eso éramos tú y yo”, y “toda una vida me estaría contigo, no me importa en qupe forma, ni cómo, ni dónde, pero junto a ti”.
Mi vida ha transcurrido al lado de los boleros, de ese género musical que muchos consideran pasado de una moda, cursi y anacrónico, pero que todos, jóvenes y viejos hemos cantado, porque todos nos hemos puesto sentimentales alguna vez y otras porque añoramos tiempos pasados, como dice Jorge Villamil: “¡Es increíble escuchar una canción ya vieja, que nos hará vivir los años que se alejan!”
Lo increíble de este género musical es que existe desde hace más de 200 años y ha logrado sobrevivir a los tiempos y a los avatares del destino, y hoy sus autores siguen vendiendo y ganando tantas regalías como los de pop o balda.
¿De dónde viene el bolero?
Viene de Cuba, aunque quizá llegó primero de España; de hecho el DRAE dice que bolero es una “danza de movimiento ligero” –un ejemplo más de cómo la Real Academia “se pone al día”–; sin embargo, es en Cuba donde se gesta la fusión de ritmos gitanos y africanos con guitarras y percusiones: bongos, congas o tumbadoras.
“Se acepta que el primer bolero compuesto fue “Tristezas”, escrito por el cubano José “Pepe” Sánchez, en Santiago de Cuba en 1886″ y, aunque algunos difieren en cuanto a la fecha, lo importante es que esa pieza dio origen formal al género y así el bolero evoluciona de música de cantinas y pequeñas a música de serenatas. El toque romántico le permite adaptarse a todas las clases sociales, de la misma forma que la radio le permite universalizarse y el acetato, perpetuarse.
Dos factores son claves para entender el ascenso y la popularidad del bolero: el primero es la inesperada muerte del rey del tango. Carlos Gardel, en 1935, que dejó a ese género sin sucesores importantes; el segundo es el aislamiento cultural de América Latina en los años cercanos y posteriores a la guerras mundiales, lo que permitió al bolero cultivarse y desarrollarse con calma, sin claras competencias que lo amenazaran.
Durante la tercera y cuarta década del siglo pasado, México tuvo gran influencia cubana en materia musical: el son el danzón, la guaracha, el mambo y el cha cha cha nos vienen de allá, y fue el bolero el género que probablemente tuvo mayor acogida y se adaptó mejor a la idiosincrasia mexicana. “El proceso no dejó a nadie de la región fuera: pero Cuba y México se convirtieron en la Meca y los centros artísticos”.
El amor a los boleros
Los boleros vinieron de Cuba y Puerto Rico a México con canciones como “Lágrimas negras” de Miguel Matamoros, que reza así: “Si tú me quieres dejar y yo no quiero sufrir, contigo me voy, mi negra, aunque me cueste morir”; y “Despedida” de Pedro Flores, interpretada por Daniel Santos en plena Segunda Guerra Mundial, que dice: “Vengo a decirle adiós a los muchachos, porque pronto me voy para la guerra, y aunque vaya a pelear a otras tierras, voy a salva mi derecho, mi patria, mi honoe”. Y durante los años comprendidos entre la década de los 30 y los 60, los boleros formaron parte esencial de la vida mexicana, los tríos surgieron al por mayor, las canciones estaban en todas las películas y las cantaban desde Pedro Infante hasta Angélica María. No obstante, 75 años después, este tipo de canción sigue siendo popular; como muestra basta decir que los discos de Luis Miguel se venden como pan caliente y que en la ciudad de México hay muchos lugares en donde podemos cantar con tríos o contratarlos para dar serenatas.
Y es que el bolero es –como el tango y la canción ranchera– un canto de amor y dolor, por eso sus frases –aunque cursis–, tarde o temprano, en un momento u otro, nos acomodan: cuando nos enamoramos, cuando nos va mal en el amor, cuando extrañamos, cuando estamos borrachos y nos ponemos sentimentales… en fin.
Y como el bolero es un género que honra a su compositor tanto o más que a su intérprete, no importando si eres mexicano, cubano o puertorriqueño, ahí les va una probadita de los autores que yo considero más relevantes.
De autores y canciones
¿Quién no se ha identificado con Agustín Lara cuando nos dice: “Oye, te digo en secreto que te amo de veras, que sigo cerca tus pasos, aunque tú no quieras”, y suplica, “Ven acá a devolverme todos los besos que yo te di, ven acá que aunque tú fueras de todo el mundo yo soy de ti”, y termina afirmando, “Y nadie, nadie besará como tú besas”? ¿O con María Greever cuando confiesa: “Yo por estar junto a ti no sé qué diera”? ¿Y con Miguel Pous cuando se lamenta: “Hoy no te vi y me siento tan raro, sólo una vez y ya estoy desesperado”, o ,”Aquellas cosas que temblando decías, ¿dónde han quedado? Dímelo tú, vida mía”? ¿O mucho más con Álvaro Carrillo, el gran compositor de Pinotepa, cuando le queremos decir a alguien: “Se te olvida que me quieres a pesar de lo que dices”, o , “Soy dolor que nunca te ha dolido”, o , más aún “Un poco más y a lo mejor nos comprendemos luego”, o , por último, “Porque duele mucho soportar la pena de perder tu amor”?
¿Empalagoso o pasado de moda? Tal vez, pero muchos no hemos conmovido cuando Vicente Garrido dice: “Pero, como no me has querido y lo que te he ofrecido no te puede importar, muere la esperanza que añoro, pues teniéndolo todo, nada te puede dar”, o , “No me platiques más, déjame imaginar que no existe el pasado y que nacimos el mismo instante en que nos conocimos”. Y cuando Consuelo Velázquez dice “No quiero arrepentirme después de lo que pudo haber sido y no fue” Y también con las canciones de los puertorriqueños Pedro Flores y Rafael Hernández, cuando oímos que cantan: “Lo mismo pierde un hombre que una mujer”, o , “No habrá una barrera en el mundo que mi amor profundo no rompa por ti”, o . “Te juro ue dormir casi no puedo, mi vida es un tormento sin tu amor”.
También nos podemos poner sentimentales cuando César Portillo de la Luz declara: “Y yo soy dichoso, mi bien, porque me quieres también”, o , “Y es que t has convertido en parte de mi alma, ya nada me conforma si no estás tú también”. O cuando su paisano, José Antonio Ménde, dice: Desmiento a Dios porque al tenerte yo en mi vida no necesito ir al cielo tisú si, alma mía, la Gloria eres tú”. O, más todavía, cuando Gabriel Ruiz nos dice una frase que, aunque cursi, puede ser verdadera: “Usted me desespera, me mata, me enloquece y hasta la vida diera por vencer el miedo de besarla a usted”, y cundo dice, “Ven, mi corazón te llama, ¡ay!, desesperadamente”, y aún más cuando gonzalo Curiel afirma: “¡Ay! Cómo es cruel la incertidumbre”, o , “Temor de ser feliz a tu lado, miedo acostumbrarme a ti”.
Y muchos también hemos cantado en esas !noches locas” junto con Roberto Cantoral al ritmo de : “Soy ese vicio de tu piel, que ya no puedes esconder, soy lo prohibido”, o , “Qué triste todos dicen que soy… no saben que pensando en tu amor he podido ayudarme a vivir”. También con el joven-viejo Armando Manzanero, cantando: “Te extraño… no estar contigo, por Dios que me hace daño”, o , “Contigo aprendí, que yo nací el día en que te conocí”. Y, en épocas más recientes, con: “Y es que no sabes lo que tú me haces sentir, si tú pudieras un minuto estar en mí”, o , “No sé tú, pero yo…”.
En fin, podríamos seguir hablando del bolero, de las canciones y de sus infinitas formas, pero no alcanzarían ni diez artículos. Yo les digo que mejor no hay que tacharlo de ridículos o melosos, porque, cuando nos enamoramos, todos nos ponemos igual, y en esos momentos no hay mejor cosa que agarrar una botella de tequila o de lo que sea ponerse a oír unos cuantos boleros en su casa o en su coche. ¡Total, si se ponen a llorar, nadie los va a ver! ¡Salud!
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