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Leonora Carrington, delirante y maravillosa

La surrealista que se inspiró en el folclor latinoamericano y celta, la pintura renacentista, la alquimia medieval y la psicología junguiana.

Creadora de un pensamiento lleno de sentir y descubrimiento, Leonora Carrington trazó su vida entre la pintura y la escritura; como un espíritu libre recorrió varios caminos hasta quedar anclada en México: «un poema que camina, que sonríe, que de repente abre una sombrilla que se convierte en un pájaro que se convierte después en
pescado y desaparece», Octavio Paz.

«¿Conoce el juego Si yo fuera una flor…? Los surrealistas lo jugaban mucho»

Nació el 6 de abril de 1917 en Lancashire, Inglaterra; a lo que muchos declaran: fue surrealista de nacimiento y con el tiempo el movimiento artístico brotó en su día a día. Era rebelde, iba de un colegio a otro, se escapaba de sus clases de equitación, al final no permanecía en un solo lugar, nunca lo hacía —era parte de su naturaleza—.
En 1927, Leonora vio por primera vez una obra surrealista, situación que con el tiempo desencadenó su atención por la corriente, sin embargo, fue hasta 1936 cuando comenzó su educación artística en la academia Amedee Ozenfant en Londres. Posteriormente en 1937, en un clima londinense, Carrington conoció en una fiesta a Max Ernst —artista alemán, precursor del dadaísmo y el surrealismo—, de quien vivió enamorada.
En esa época Carrington se sumergió en el mundo surrealista; desarrolló su técnica y reconoció la sustancia y espíritu del movimiento. Sin embargo, en 1941 se separó de Ernst, por sucesos políticos. Tiempo después Leonora comenzó con crisis de ansiedad, mismas que la llevaron a ser interna del hospital psiquiátrico de Santander en España —experiencia representativa de su obra—.
En 1941, la artista se escapó del hospital y llegó a Lisboa, Portugal, en donde se encontró con Renato Leduc, periodista mexicano, mismo con el cual se casó —matrimonio que sólo duró dos años—, le dio estabilidad y la ayudó a emigrar a América, con el fin de escapar de la guardia de su padre y otras revueltas.
Finalmente en 1942, Leonora se estableció en México y se encontró con amigos refugiados en el país como Benjamin Peret, Remedios Varo —su amiga más cercana— y Kati Horna. Asimismo, contrajo matrimonio con Emeric Weisz, fotógrafo, y con quien tuvo dos hijos.
Una vez en México, su ritmo de vida cambió: se dedicó a su pintura y a explorar temas de su interés, además de desarrollar su propio estilo en sus obras surrealistas. Su estilo era autobiográfico con aspectos que pertenecían al ocultismo y entre más se relacionaba con las tradiciones y cultura del país, Leonora expresaba de manera grandiosa la misticidad y folclor en sus obras.
«“La novia del viento”, como la llamaba Ernst, logró desarrollar su lenguaje pictórico, determinado por diversos temas como el mito céltico, el simbolismo alquímico, el gnosticismo, la cábala y el budismo tibetano», Artstudio Magazine
Según expertos en su arte, Carrington compartía el mismo interés de los surrealistas en los misterios del inconsciente y las imágenes oníricas —que son aquellas que se extraen en los sueños—. Sin embargo, su sello personal lo construyó con el folclor latinoamericano y celta, la pintura renacentista, la alquimia medieval y la psicología junguiana.
Dedicó su tiempo e imaginación a la creación, algunos días lo hizo desde Francia, otros desde España y otros más desde la calle Chihuahua de la Colonia Roma. A lo largo de su vida publicó novelas, cuentos, obras de teatro, pintó, hizo esculturas y fue grande en su arte, tanto que su nombre aparecía en libros de textos o incluso intelectuales escribían de ella y sus obras, porque todos tenían algo que decir de Leonora.
«Lo que tiene que ver con ella misma —Leonora Carrington— no le importa nada. Como que para ella eso ya pertenece a un mundo extraño, del que elige retraerse», Elena Poniatowska

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