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Le fils du Joseph: El sagrado rebuzno

La familia sagrada, el modelo de virtudes de todas las familias, ha inspirado más que visiones de idilios y armonía, frescos de belleza y dramatismo de alcances líricos en el arte.

Sea en la pintura flamenca o barroca, la expresión de ese vínculo familiar podría parecer anacrónico y presto a lecturas dogmáticas en nuestra sociedad actual, tan cínica como ultraconservadora, pero la gran proeza del cineasta belga Eugène Green es retomar esta figura, deconstruirla, y crear una agnóstica comedia sobre las mismas bases iconográficas.
En Le fils du Joseph (2016), Green nos presenta al joven Vincent, quien vive descontento con su madre Marie –Natacha Regnier– negándose a torturar ratas o vender su esperma por internet, y a la búsqueda de su padre, teniendo como opciones a Oscar Pormenor –Mathieu Almaric– un voluble agente literario y al noble Joseph –Fabrizio Rongione.

Green, quien se mostró como un refinado cuentista en su bella Le monde vivante (2003), un agudo cineasta de cepa de Bresson y Rohmer en Le pont des arts (2004) continúa explorando relaciones paterno filiales que diseccionó con gran finura en su trabajo previo, La Sapienza (2015) en la que también aparecía Fabrizio Rengione como un arquitecto que fungía como figura paterna a un joven estudiante.
En Le fils du Joseph, presentada el año pasado en la Berlinale, Green camina y explora los vínculos familiares y su creación con la misma naturalidad que un asno, esa noble bestia que era la protagonista de Au Hasard Balthazar (1965), película icónica del gran Robert Bresson y que también aparece en esta película, pero no con solemnidad, sino con inteligente humor y extraordinaria bondad.
El tono de la película es gentil y cuenta con momentos igual de bellos que absurdos.
Combina lo sagrado con lo profano enmarcados por un luminoso trabajo de fotografía por parte de Raphael O’Byrne, colaborador habitual de Green y un exquisito diseño de producción por parte de Paul Rouschop, que hacen que la película tenga una delicada capa inspirada en la pintura barroca.
Sofisticada y precisa, la película de Green rescata la belleza, estética y moral, no dogmática, de las figuras que conforman la Sagrada Familia, algo verdaderamente extraño para tiempos actuales, ahogados en cinismo y con todas sus instituciones desmoronándose para formar un orden distinto.
Quizá haya perdido su halo sagrado, pero cuando menos para Green, la familia, de la forma que se exprese, sigue abriendo un camino que lleva a la serenidad, a paso de burro.

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