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Las palabras vuelan, lo escrito queda

Las palabras vuelan, lo escrito queda

El origen del adagio latino Verba volant, scrīpta mānent suele atribuírsele al discurso ante el Sendado romano de Cayo Tito —que no ha de confundirse con el emperador Tito Flavio Vespasiano (39-81 d. C.)— y tiene el sentido de que, mientras a las palabras habladas se las lleva el viento —del tiempo y la memoria—, a las escritas, no —para bien o para mal.

Ya sea para guardarse de poner frívolamente por escrito algo de lo que uno pueda arrepentirse después —como una comprometedora carta a un amante, una indiscreta confesión íntima o la evidencia de un complot secreto— o lo contrario, para asegurarse de que quede registrado algo que convenientemente se pueda olvidar —como un contrato comercial…

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