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Las «desatadas» pasiones de Emilia Pardo Bazán

Cuentan las malas lenguas que la prolífica escritora naturalista Emilia Pardo Bazán era tremenda.


Cuentan las malas lenguas que la prolífica escritora naturalista Emilia Pardo Bazán (La Coruña, España, 1851-1921) era tremenda. A los 33 años se separó de su estirado marido y se dio vuelo con numerosos amantes, entre los que destacan los también escritores Vicente Blasco Ibáñez y Benito Pérez Galdós.
Con Pérez Galdós tuvo una relación de 20 años llena de altibajos e infidelidades —por parte de ambos—. Ella misma rememoraba en su correspondencia los momentos más pícaros del romance, por ejemplo, cuando durante un paseo en carruaje por Madrid perdió una prenda íntima: «¿Qué habrá dicho el guardia de la Castellana al recogerla?».
Una de las travesuras más sonadas de la dama ocurrió cuando en 1888 fue con Pérez Galdós a la Exposición Universal de Barcelona. Estuvieron juntos por tres días, tras los cuales el escritor regresó a Madrid, dejando a doña Emilia sola, aunque no por mucho tiempo. En la Expo le fue presentado un interesante hombre diez años más joven, quien se declaró su ferviente admirador; se trataba del empresario e intelectual Lázaro Galdiano.
Emilia y Lázaro se volvieron inseparables. Además de recorrer Barcelona se dieron una escapadita al pintoresco puerto de Arenys de Mar, donde vivieron un tórrido idilio. Al regresar a Madrid, la escritora se topó con la ira de Pérez Galdós: un amigo le había ido con el chisme y lo sabía TODO. Emilia no lo negó y en una carta le pidió perdón a su «grandullón». Se justificó asegurando que había sido sólo una aventura pasajera y que «fuerzas mayores» la habían obligado a llenar su vacío existencial y buscar la felicidad.
Una vez más, Pérez Galdós la perdonó. Por cierto, Galdiano siguió siendo muy amigo de doña Emilia.

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