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Las calorías

La energía no se crea ni se destruye, simplemente se transforma... esta vez en kilos de más.

De un tiempo a esta parte, todos los productos alimenticios empacados que compramos en el supermercado tienen una etiqueta con los factores nutricionales de las viandas en cuestión. Entre otras cosas, figuran ahí las calorías, ésas que cada vez que estamos a punto de incurrir en el pecado de la gula nos carcomen la conciencia, manifestándose, después, en unos kilitos de más. Pero, ¿qué son?, ¿en qué consiste su poder?, ¿deberíamos fijarnos en ellas?

Para la física, una caloría es una unidad de medida de calor —energía térmica— que ha sido dividida en: 1. Pequeña, calor necesario para elevar un gramo de agua, un grado de temperatura a una presión normal; 2. Media, centésima parte del calor necesario para elevar un gramo de agua de cero a mil grados; y 3. grande, mil calorías pequeñas que son llamadas kilocalorías.

Pero, ¿qué tiene que ver esto con nuestro cuerpo y el consumo de alimentos? Pues que, además de hierro, azufre, carbono, fósforo, vitaminas, minerales, etcétera; nuestro cuerpo necesita calor o, lo que es lo mismo, energía, que adquiere mediante la digestión de los alimentos, particularmente de los pertenecientes a estos tres grupos: proteínas —4 calorías por gramo—, grasas —9 calorías por gramo— y carbohidratos —4 calorías por gramo—, a los que se habrá de agregar un elemento más que, aunque nos da calor, no aporta nutrientes: el alcohol —con 7 calorías por gramo.

La energía que el cuerpo humano necesita oscila alrededor de las 2,500 calorías diarias, aunque esta cantidad varía de acuerdo con nuestro gasto energético total; lo cierto es que la cantidad que sea debe capacitarnos para realizar un trabajo equivalente a elevar cien toneladas de cualquier material a más de un metro de altura, si bien, por supuesto, nosotros la usamos a lo largo del día sin darnos cuenta de ello y sin perjuicio físico. No es recomendable consumir más calorías de las que requerimos, porque, entonces, nuestro cuerpo lo resentirá; si no, recuerde el famoso principio que asevera: «La energía no se crea ni se destruye, simplemente se transforma»; y, en este caso, ya sabe usted en qué.

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