Cuando escuchas «la última cena» tal vez te venga a la mente cierto episodio evangélico en el que Jesús se reúne con sus doce apóstoles a compartir el pan y el vino antes de su muerte. Sin embargo, estas últimas cenas son de hombres que estuvieron muy lejos de tener una vida ejemplar, son los últimos deseos de presos condenados a muerte por delitos como: violación, secuestro y homicidio.
—Policías y ladrones—
De acuerdo con Amnistía Internacional, 58 países en el mundo aún aplican la pena de muerte, entre ellos los ee.uu donde se autorizó en 1976 y desde entonces más de 1 300 reos han sido ejecutados. Familiares y amigos de las víctimas pueden presenciar la ejecución, y entre los «privilegios» que tiene el acusado está el de —en algunos estados— elegir su muerte entre gases o por inyección letal, así como una última cena que varía según el presupuesto en cada prisión.
Pedidos especiales
Secuestro, homicidio y violación de una compañera de las fuerzas especiales donde él era sargento.
Una galleta salada y seis botellas de Coca Cola.
Seis huevos duros, pan y café. Sólo se bebió el café.
El último banquete
Hay quienes optan por comidas más sustanciosas y platillos diferentes que no suelen servirse dentro de las cárceles:
Homicidio de un oficial de policía.
Homicidio de un hombre y sus dos hijos.
Pizza de carne, calzone de carne y queso, portobellos rellenos, ensalada del chef con aderezos ranch y de miel con mostaza y jugo de naranja.