La música de Schubert
Allegro vivace. En 1819, Franz Schubert (1797-1828) compuso el Quinteto para piano en La mayor «La trucha» D. 667, que fue publicado y estrenado de forma póstuma, pues el compositor murió joven y sin fama. El quinteto, en cinco movimientos, tomó su nombre del lied —canción— «Die Forelle» compuesta por el mismo Schubert, cuyas variaciones se escuchan en el cuarto movimiento.
Andante. La obra se caracteriza por una estructura constante en todos sus movimientos y un color tonal innovador. Además, Schubert modificó el quinteto tradicional —piano, dos violines, una viola y un cello—, y acopló el piano con un violín, una viola, un cello y un contrabajo, para crear una atmósfera más profunda en la música.
Scherzo. Schubert jamás imaginó que su quinteto sería interpretado 150 años después en el Queen Elizabeth Hall de Londres. «La trucha» se volvió el pretexto para que, a partir de una idea de Daniel Barenboim, se convocara a cinco amigos unidos por sus talentos y su pasión por la música, y que ya en 1969 eran considerados grandes virtuosos —de hecho, se pensó que la relevancia que cada uno tenía como solista podría no funcionar en un ensamble donde todos tienen igual protagonismo.
Thema. Desde la presentación de cada uno de los músicos, los ensayos, los preparativos y el concierto en vivo —que tuvo lugar el 30 de agosto—, estuvo presente el cineasta Christopher Nupen para documentar todo el proceso, quien utilizó cinco cámaras de 16 mm. El cortometraje fue estrenado en 1970 y ganó el premio Czech Crystal Award, en Praga.
El sonido del éxito
Finale. Cada uno de los intérpretes llegó a ser una figura de fama internacional: Daniel Barenboim (1942), argentino, uno de los mejores directores de orquesta de nuestros tiempos, al piano; Itzhak Perlman (1945), palestino, virtuoso del violín; Pinchas Zukerman (1948), violinista, director de orquesta, que para este concierto tocó una viola del siglo xvi —prestada por el coleccionista Charles Bier—; Jacqueline du Pré (1945- 1987), inglesa, cuyas extraordinarias manos hicieron sonar el legendario violoncello Davidov Stradivarius, y Zubin Mehta (1936), parsi nacido en Bombay, director de las mejores orquestas del mundo, tocó el contrabajo a pesar de tener —para entonces— nueve años sin hacerlo para el público.