La relación del hombre con la naturaleza, particularmente durante la época actual que algunos sociólogos y científicos sociales han denominado como el antropoceno se ha caracterizado por la rapacidad y la voracidad. El humano consumía lo necesario para sobrevivir, pero el actual hombre capitalista devora indiscriminadamente todo recurso y no establece ninguna reciprocidad con tan ambigua benefactora.
El surgimiento de los movimientos ecologistas ha dado una narrativa especifica a la naturaleza y la ha dotado de virtudes como sabiduría y belleza, presentes en abundancia en la película animada La tortuga roja del cineasta y animador Michael Dudok de Wit, la cual fue presentada en el Festival de Cannes de 2016 y que después de haberse hecho de una nominación a los Premios de la Academia, llegó a las salas mexicanas.
De una arrebatadora austeridad y una silente serenidad, la película presenta a un hombre que después de un terrible naufragio queda varado en una isla desierta y cuya tenacidad lo lleva a construir con los pocos materiales disponibles en la isla una balsa que le permita escapar, pero no contará con la negativa a que se vaya por parte del mar y de una enorme tortuga roja.
Poco después de destruir su balsa y regresarlo a la isla, la tortuga se transforma en una hermosa mujer con la que el hombre tiene un hijo convirtiéndose en los orgullosos pobladores de la isla.
Los papeles de dominación se invierten y es aquí la naturaleza con una distintivamente poderosa magia asociada a ella la que domina el destino del hombre, pero a diferencia de otras películas que abordan el naufragio poniendo al mar como un mudo y colosal enemigo, Dudok de Wit reconoce su amoralidad y le otorga la forma de una mujer, tornando la película en una representación de un nuevo génesis, ateo y sensualmente terrenal.
Apoyada en un brillante trabajo de animación, realizado en colaboración con el legendario estudio Ghibli, propiedad del prestigiado cineasta japonés Hayao Miyazaki, La tortuga roja es una sutil exhortación a comunicar y entender antes que luchar y conquistar, a través del silencio y la prudencia.