La saliva es una sustancia sumamente compleja que nos defiende de organismos hostiles y que, según científicos que han dedicado horas a su investigación, posee un enorme potencial como herramienta de diagnóstico. Los estudiosos de este fluido iniciaron sus investigaciones a finales de la década de los años 50, época en la que todo lo que se sabía de él era que, además de humedecer los alimentos, contiene enzimas que inician la digestión.
Así, a pesar de que la saliva es bastante menos popular que el resto de los líquidos corporales, ya que «carece del dramatismo de la sangre, la sinceridad del sudor y el atractivo emocional de las lágrimas»,1 actualmente científicos de todo el mundo buscan en ella elementos que puedan ayudar a prevenir enfermedades.
La idea central es que, a partir del estudio de la saliva,se puedan identificar padecimientos que regularmente se diagnostican mediante el uso de agujas y jeringas, como la osteoporosis, enfermedades cardiovasculares o el VIH-SIDA,y evitar, con ello, los molestos piquetes para extraer sangre. Además, «unas gotas de saliva contienen el ADN necesario para cualquier identificación, gracias al desprendimiento constante de células del interior de nuestras mejillas».2
No podemos pasar por alto la utilidad de la saliva como herramienta de comunicación, básicamente entre los animales, como la de los cerdos, que tiene la característica de comunicar a su pareja la disponibilidad sexual. En otros animales, la saliva desempeña diferentes funciones, como en el caso de los hematófagos —mosquitos, garrapatas, etcétera—, que la usan como anticoagulante, o entre algunas especies de murciélagos, que la usan para neutralizar las sustancias venenosas de la piel de los sapos; en algunos tipos de ratones, la saliva estimula los nervios para que las heridas cierren.
También conocida como baba, escupitajo o espumarajo, la saliva está compuesta en 99% por agua y diariamente tragamos casi un litro de ella. ¿No es hora de dejar de considerarla asquerosa?
1 Irwin Mandel, profesor emérito e investigador de la Universidad de Columbia en Nueva York.
2 Joel Achenbach, en «Bendita saliva», National Geographic en español,abril 2006.