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¿Qué onda con la neonatología?

La neonatología es una ciencia joven, pero fructífera.

Si alguien habla de un parto, de inmediato pensamos en una madre gritando sin cesar, víctima de dolores inmensos y, al final, un médico indolente, listo para dar «la nalgada de gracia» al recién llegado. Pero, hoy en día, esa nalgada no existe y las condiciones obstétricas son distintas, porque, desde el momento en que los seres humanos cruzan el umbral de la independencia, cuentan con la protección de una ciencia especializada en su beneficio; es decir, la neonatología —del griego νέοζ/néos/, «nuevo»; del latín natus, «nacido»; y del sufijo griego -λογία/logía/, «estudio»—, que es una rama de la pediatría, cuyo objetivo es el estudio y cuidado de los recién nacidos o neonatos.

Y, ¿cómo se estudia y cuida a los recién nacidos? Pues, en primer lugar, se les aplica un método de valoración, el test Apgar, cuyas categorías son la frecuencia cardiaca —cómo late su corazón—, el esfuerzo respiratorio —cómo funcionan sus pulmones—, el tono muscular — qué grado de tensión tiene el cuerpo—, la irritabilidad refleja —cómo responde a los estímulos— y la coloración de la piel y mucosas —de qué color se ven—, y se califican en una escala de 0 a 2. Se hacen tres test: uno inmediatamente al nacer, otro a los cinco minutos y el último a los diez.

Al obtener resultados, se descubre el segundo ámbito de la neonatología, que es la detección oportuna de padecimientos. Cuando las pruebas arrojan una calificación Apgar de 8 a 10, tenemos un bebé sano, pero si por alguna causa obtiene una calificación de 4 a 6, entonces hay un problema de salud; si el puntaje es menor a 4, requiere atención médica urgente.

Los padecimientos del bebé son, en general, fallas en alguno de sus sistemas de adaptación y ocurren ante la imposibilidad de responder a los embates del nuevo mundo —caso muy común entre los niños prematuros—. Para resolverlos, los neonatólogos se encargan de la supervisión del periodo que transcurre entre la vida en el útero y el mundo extrauterino, con el fin de detectar los padecimientos corporales, respiratorios, gastrointestinales, del cerebro y de las conductas reflejas, y establecer el tratamiento. Sin embargo, la labor de los neonatólogos va más allá, porque su prioridad es la prevención de enfermedades.

La neonatología es una ciencia joven, pero fructífera: los índices de mortalidad en recién nacidos han disminuido y cada vez más enfermedades pueden ser diagnosticadas y tratadas. De hecho, es muy valiosa, por lo complejo que resulta interpretar a los pacientes, pues los bebés que hablan sólo salen en el cine.

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