Por Claudia Martínez Saavedra
Ilustrado por Ana Chavana
«Yo me compraba una blusa y un pantalón de mezclilla» y sí, en la década de 1980 la mayoría de las prendas «de moda» se adquiría en los bazares ubicados en distintos puntos de la ciudad y de la zona metropolitana, como el Hotel de México —el World Trade Center—, la Glorieta de la Cibeles, Lomas Verdes, Pericoapa, Félix Cuevas o Parque Hundido.
Pero también había opciones para los bolsillos no tan holgados. En ese tiempo ya existían lugares -cual tiraderos de ropa- como la Lagunilla, en donde se conseguían casi todos los modelos de ropa que se desearan: algunos eran copias muy bien hechas de marcas como Reebok, Nike, Clavin Klein, Lacoste o Levi’s; mientras que los originales -tenis, faldas, jeans, blusas o sudaderas-, empaquetados en pacas1 provenientes de Tijuana, eran comercializados por Fayuqueros2, y por esa razón se obtenían a un precio mucho más bajo. Es decir, para tener estilo era «cosa de buscarle», pues la moda no estaba peleada con la cartera de nadie.
«¿Qué me pondré? ¡Pues media negra y ya lo que sea!»
La ropa ochentera fue tan icónica que terminó por convertirse en uno de los elementos con los que mejor se identifica a estos años —no en vano algunos le llaman «los terribles 80»—, pues las prendas «coloridas» y extravagantes la hicieron única: todos nos vestíamos con varias capas de trapos de tallas extra grandes en todos los tonos y estampados, que coordinábamos con pelo alborotado y, si eras chava, una gran cantidad de maquillaje en la cara.
Una se «pintaba» con los colores que tuviera a la mano: sombras verdes, amarillas o naranjas y rímel rosa, morado o azul eléctrico; además podías usar como lipstick el maquillaje para ojos y viceversa. En fin, que debía quedar toda una revoltura de tonalidades en tu cara. Por otro lado, las uñas de las manos eran largas y, si te las comías, podías ponerte postizas: las vendían en todos lados y, obviamente, debían estar pintadas de colores muy llamativos o fosforescentes.
En cuanto a los peinados, eran muy al estilo de Madonna o Cindy Lauper. Tapábamos nuestra frente con unos flecos prominentes que fijábamos con secadora, cepillos enormes y una cantidad exagerada de spray o del inolvidable Super Punk,3 que ni con el baño se quitaba.
El pelo se usaba corto o largo, pero siempre desordenado. También podías arreglarlo con coletas —de caballo o de lado— que se adornaban con un gran moño.
Y no se diga de las planchas o waffleras que eran «la onda»: tener el pelo largo y enchinarlo como un waffle era lo más cool que podías usar en esos días.
En esa época también lanzaron los relojes Swatch, y el hecho de tener uno te daba más estatus que estilo. Otros accesorios importantes fueron los aretes enormes de plástico, de colores muy chillantes. En fin, que cada uno de estos elementos podían estar presentes en menor o mayor medida, según el estilo que quisieras adoptar o bien, que mejor te representara.
Las «fresas» reventadas
Los 80 fueron los culpables de la existencia de los mom jeans de mezclilla desteñida de talla extra grande, debías subirlos y ajustarlos de la cintura con un gran cinturón, para que no se te cayeran. En México, todas queríamos seguir el estilo de las integrantes de Flans —al menos, si te considerabas rebelde y «alocada».
Las niñas «bien»
En los 80 no todo fue romper reglas. Las niñas «bien» presumían un estilo más neutro, similar al que tenían las chicas del grupo Pandora: «medio aburrido», con colores no tan estridentes, collares largos de perlas, cabello abultado pero no tan alocado, faldas largas y camisas muy amplias con las mangas dobladas. En sí, no era un estilo que se quisiera seguir, pero que muchas traían. Para ir a trabajar se usaban los trajes sastre muy masculinos, con chalecos a rayas pero si te sentías muy atrevida, podías usar corbata.
Los roqueros
En el caso de los «chicos malos» —y no tan malos— las chamarras negras de cuero con tachuelas fueron un must, así como los lentes Ray-Ban, que marcaron tendencia en aquella época; mientras que el tipo de peinado dependía de las tribus urbanas, pero casi todos los de este «tipo» seguían el estilo de The Cure.
Los chavos «fresa»
Los hombres no se salvaron de la moda en esta época, los top siders o zapatos náuticos eran perfectos y se usaban sin calcetín, con el pantalón arremangado al tobillo. Los pantalones eran con pinzas o «bombachos», como se describían en esa época; pero el peinado era lo que te determinaba: los «fresas» de aquella época imitaban el look de John Taylor, el bajista de Duran Duran.
Al final, lo que la moda ochentera dejó fue un sinfín de recuerdos para los que la vivimos, que si hoy desempolvamos las fotos de aquella época, nos parece hasta ridículo; tal vez no fue la más bonita, pero sí fue tan representativa que actualmente hasta los millennials quieren hacerla suya.
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1 Enormes bultos formados con mercancía de todo tipo, como juguetes, calzado o prendas de vestir.
2 Comerciantes dedicados a vender fayuca, la cual proviene del italiano falucca, una pequeña lancha en la que se transportaba mercancía robada en el Mediterráneo.
3 Fijador de color azul intenso para el cabello, muy famoso en la década de 1980.
Claudia Martínez Saavedra vivió a plenitud los 80 y los 90. Se declara amante absoluta de la moda y gran parte de su amor por ésta surgió durante esas inolvidables décadas. Para ella «moda» es sinónimo de 'diversión' y su pasatiempo favorito es preguntarse todos los días: «¿Qué me pondré hoy?».
Este texto se publicó originalmente en Algarabía 173, aquí puedes leerlo completo.