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La fiebre de amor de la archiduquesa Juana

Las consortes aceptan sin problema que sus maridos tengan amantes y hasta lo hagan oficial. Este caso de Juana y Felipe se sale de la norma.
La fiebre de amor de la archiduquesa Juana

Queridos míos, de paso por este fascinante territorio, y más concretamente, por esta lujosa corte, me encuentro con que están de manteles largos: hoy es el bautizo de Carlos de Habsburgo, heredero de diversos títulos nobiliarios, entre los que destacan el archiducado de Austria, el ducado de Borgoña, el reinado de los Países Bajos y la corona de León y de Castilla.

Pero lo que me interesa contar no es este evento, sino los antecedentes y las circunstancias del nacimiento del principito, que, como imaginarán, es un chismezaso.
Recapitulemos. Hace cuatro años, se casaron, muy enamorados, el archiduque de Austria, a quien llaman Felipe «el Hermoso» —aunque, la verdad, ni está tan guapo, incluso está un poco cojito— y Juana, la hija de los Reyes Católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.
La princesita es muy hermosa y captó la admiración de Felipe desde el primer momento en que la vio. Fue correspondido, pues ella también se enamoró a primera vista. Tanto así que dicen que tuvieron que adelantar la boda porque ambos prometidos ardían de pasión y querían consumar el matrimonio cuanto antes.
El caso es que el primer año del matrimonio fue, como dicen, miel sobre hojuelas. Ambos cumplieron con sus deberes maritales al pie de la letra y la archiduquesa, de 17 años, quedó embarazada y dio a luz a una niña, a quien llamaron Leonor. Aunque no era lo ideal, pues todos esperaban un varón, fue la prueba de que ambos esposos eran fértiles y había muchas posibilidades de concebir pronto al heredero.
Y es en este punto donde empezaron los problemas. Con el embarazo y la cuarentena se espaciaron las visitas de «el Hermoso» a la alcoba de su mujer y se regaron los rumores de que él andaba de «ojo alegre» con algunas damas de la corte. A Juana no le gustó nadita enterarse de esto y comenzó a atosigar al marido con sus celos.
Chicos, he de hacer un paréntesis para aclararles algo: los celos de Juana resultan un poco absurdos en esta época de matrimonios por conveniencia. Las bodas entre gente de la nobleza son más que nada acuerdos para acumular territorios o alianzas para establecer lazos de no agresividad entre reinos. Por ello, es muy común que los contrayentes lleguen al día de la boda sin haberse visto nunca antes. En algunos casos se gustan, pero la mayor parte de las veces no. Las consortes aceptan sin problema que sus maridos tengan amantes y hasta lo hagan oficial. Por eso, este caso de Juana y Felipe se sale de la norma.
Esta archiduquesa, hija de reyes, empezó a vigilar todas las acciones de Felipe y, obviamente, no le gustó lo que vio. Juana ha llegado a hacer cosas que atentan contra su dignidad real. Por ejemplo, al saber que Felipe había tenido un apasionado encuentro con una de las damas de la corte, Juana se arrojó sobre ella y de una cuchillada le cortó las trenzas. Literal.
El colmo fue el nacimiento del tan esperado heredero varón. Resulta que, el pasado 24 de febrero, el rey presidía una escandalosa fiesta con vías a convertirse en orgía. Estaba dispuesto que Juana no asistiera, sobre todo porque tenía un embarazo avanzado. Sin embargo, ella se empeñó en ir, sospechando que su marido iba a acabar en una alcoba que no era la suya.
Permanecía la archiduquesa en un rincón, vigilando cada movimiento de «el Hermoso», cuando de repente le vino un dolor de estómago. Pensando que algún alimento le había hecho daño, Juana corrió al baño, y ¡cuál no sería su sorpresa cuando se dio cuenta de que se le había roto la fuente y estaba a punto de dar a luz! Y en el retrete nació su segundo hijo, mientras ella seguía imaginando las fechorías de Felipe.
Me parece que esta situación no le va a traer nada bueno a Juana. Tal vez sus padres debieron dejarla tomar los hábitos —hace algunos años, Juana quería ser monja— antes que exponerla al papelón que está haciendo ahora. Pero qué le vamos a hacer, la unión convenía a los intereses de ambas partes.
Juana exige fidelidad y exclusividad de su marido, y lo que ha logrado hasta ahora es que todos crean que está mal de la cabeza. Espero que tenga cuidado, pues a este paso va a terminar loca de verdad y encerrada en un castillo.
Au revoir!

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