No hay música, sólo dos bailarines descalzos. En el escenario oscurecido bailan de forma erótica «el joven» con bufanda negra, pantaloncillos amarillo-limón y el cuerpo pintado de blanco, y, «el hombre», que en contraste, lleva pantalones y el torso manchado de negro. Éste sale del escenario y regresa llevando una gallina, que le entrega al joven, quien se la pone entre las piernas y aprieta hasta ahogarla. Se oye la intensa respiración de los bailarines y a uno de ellos susurrando un «je t’aime»—‘te amo’—. La escena se funde en la oscuridad.
Los espectadores están estremecidos, escandalizados unos, liberados otros después de este performance catártico. La danza grotesca y violenta duró unos minutos, pero bastaron para mostrar la impactante combinación del acto bárbaro de estrangular una gallina superpuesto al tabú de la homosexualidad. Así fue Kinjiki, el primer espectáculo de danza butō.
Danzando hacia la oscuridad
La danza ankoku butō,暗黒舞踏, —danza de la oscuridad o, literalmente, ‘movimientos compulsivos en la oscuridad’—, fue creada por Hijikata Tatsumi (1928-1986) y Ōno Kazuo (1906-2010), quienes buscaron trascender las artes tradicionales niponas para crear un estilo nuevo, de cuerpos enfermos, de país derrotado —el Japón de la posguerra— en busca de una nueva identidad; buscaron absorber la energía de los muertos para hacerla visible en ellos y transmitirla al público, por ello las cabezas peladas, los cuerpos desnudos y blanqueados, los rostros contorsionados con los ojos en blanco, los movimientos convulsos en sus más mínimos detalles.
Los temas del butō suelen ser tabú: muerte, erotismo, sexo… Son expresados con movimientos grotescos, incluso cómicos; los bailarines son figuras antiestéticas que van en contra de los arquetipos de belleza y perfección. El butō es —a decir de Ōno Kazuo—, «no pensar, dejarse llevar por el alma, matarse a sí mismo una y otra vez. El butō empieza por el abandono de uno mismo. Es el espíritu puro en movimiento.»
Iconoclastas
Kinjiki fue una adaptación de la novela homoerótica de Mishima Yukio del mismo nombre. Tuvo muchas influencias: el caminar de los sobrevivientes semidestrozados por las calles de Hiroshima y Nagasaki; La danza de las medusas (1949), donde Ōno Kazuo recordaba a sus compañeros militares muertos y lanzados al mar; las lecturas de Genet, Cocteau y Sade; el arte pictórico de Francis Bacon; el teatro de la Crueldad de Artaud; el expresionismo alemán, y ciertos principios de algunas religiones de Oriente.
De todos estos elementos abrevó Kinjiki, presentada en un festival organizado por la Asociación de Danza de Japón. Hijikata fue calificado de iconoclasta y renunció a seguir participando en el evento.