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Julio César: entre la leyenda y el mito

Si hay un personaje clave de la historia occidental, es Julio César. He aquí un modesto esbozo de su vida.
Julio César: entre la leyenda y el mito

Si hay un personaje clave de la historia occidental, es Julio César: sus logros militares y políticos continúan siendo causa de controversias entre expertos que no terminan de definir si se trató de un gran estratega o de un ambicioso egoísta. He aquí un modesto esbozo de su vida.

15 de marzo de 44 a.C., Senado de Roma.

Unos senadores republicanos convocan a Julio César —dictador vitalicio de Roma— al Foro para consultarle un edicto; Marco Antonio intenta disuadirlo de acompañarlos, pero los senadores se llevan a César al Teatro de Pompeyo; ahí Cimber Telio intenta llamar su atención y, al no conseguirlo, jala la toga del dictador; éste, indignado por el gesto —por su cargo religioso y político, es «intocable»—, reclama: «Esto es violencia».
De pronto, Servilius Casca le asesta una puñalada; César reacciona atravezándole un brazo con el punzón para escritura e intenta moverse, pero otra daga lo detiene…

Suetonio, en su célebre Vidas de los doce Césares (ca. 121 d.C.) lo narra así: «Viendo entonces puñales levantados por todas partes, envolviose la cabeza en la toga, y con la mano izquierda se bajó los paños sobre las piernas, a fin de caer con más decencia; teniendo oculta la parte inferior del cuerpo. Recibió 23 heridas, y solamente a la primera lanzó un gemido, sin pronunciar una palabra».

Los senadores que no huyeron o que no portaban cuchillos, no hicieron el menor esfuerzo por defenderlo del ataque múltiple. Suetonio más adelante agrega que, al acercarse Marco Junio Bruto —de quien siempre se sospechó era hijo natural de Julio César—, el dictador herido exclamó la frase inmortalizada por Shakespeare: «¿Tú también, hijo mío?». Por su parte, Plutarco afirma que César no alcanzó a decir nada, pues sólo intentó cubrirse la cabeza al morir.
Con César no sólo moría el gobernante más polémico y admirado de la antigua Roma, sino el plan de gobierno más ambicioso que se hubiera concebido.

Julio César entre la leyenda y el mito

Adolphe Yvo, El triunfo de César, 1875.

«Descendiente de Venus»

Aunque se sabe que Cayo Julio César nació un 13 de julio —hacia el año 100 a.C.—, no existen registros de cómo fue su infancia.1 Las primeras referencias de la vida de César, tanto de Plutarco como de Suetonio, se perdieron a lo largo de los siglos. Según el historiador Veleyo Patérculo, era «descendiente de la nobilísima familia de los Julios […] un linaje que procedía de Anquises y Venus».

La Julia era una familia patricia —primeros padres— que pertenecía a una de las 30 tribus que fundaron Roma. César fue muy apegado a su madre y perdió a su padre a los 16 años de edad; poco después fue nombrado flamen dialis —sacerdote de Júpiter—, un puesto muy respetado que le permitió, entre otros privilegios, entrar a las sesiones del senado. Pero sólo duró un par de años en ese cargo porque rompió un compromiso matrimonial previo para casarse con Cornelia, hija del cónsul Lucio Cornelio Cina, quien a su vez era acérrimo enemigo del dictador Sila; éste, además de destituir a César, estuvo a punto de matarlo.
César tuvo que huir a Asia y ahí realizó su servicio militar entre los años 80 y 79 a.C.

A la muerte de Sila —78 a.C.—, César pudo regresar a Roma. Poco después viajó a Rodas con la finalidad de estudiar oratoria, pero fue capturado por piratas, quienes pidieron un rescate de 20 talentos por él; César, al enterarse de la cifra, se echó a reír y alardeó que les daría 50, para que supieran con quién estaban tratando. Mientras los mensajeros partieron a las ciudades más cercanas para conseguir el dinero, César —de sólo 25 años— trataba a los piratas «con tal desprecio, que cuando iba a acostarse les daba la orden de callar durante 38 días, como si en vez de estar vigilado estuvieran dándole escolta, participó en sus juegos y ejercicios sin el menor miedo».2 Plutarco, Vidas paralelas, Volumen vi, Madrid: Cátedra, 1919.

Cuando César fue liberado, no dudó en reunir varios navíos de guerra para volver por sus captores; éstos, despreocupados, seguían en su campamento en tierra cuando César los sorprendió con su flota; no sólo recuperó el dinero de su rescate, sino que los despojó de todas sus pertenencias.

Continua leyendo la historia de este personaje en Algarabía 106, con un Dossier dedicado a Grecia y Roma.

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