Hay personas brillantes, que emanan una luz imperceptible para las ópticas distraídas, desorbitadas y superficiales. Onetti es una prueba de ello. Quizá su extrema timidez lo condenó a volar en un cielo distante, ajeno al escrutinio de muchos, que fijaban la mirada en otros horizontes. También, existe la posibilidad de que el mundo no estuviera en condiciones de comprender que en sus manos, danzaba una obra maravillosa. ¡Quédate con nosotros! y conoce la vida breve de uno de los mejores escritores uruguayos que el siglo 20 nos pudo dar.
Onetti, un sueño realizado
Juan Carlos Onetti, fue uno de los más importantes escritores latinoamericanos del siglo veinte. Admirado por personajes que hasta la fecha, consideramos pilares invaluables de la literatura de nuestro continente, como Julio Cortázar, Juan Rulfo, Carlos Fuentes o Mario Vargas Llosa —quien escribió El viaje a la ficción, ensayo dedicado a la obra del escritor uruguayo—. Sin embargo, a pesar de la riqueza intelectual de su obra, su fama deambuló por espacios soterrados, ajeno siempre a la masificación contemporánea.
Leer a Onetti es sentir un disparo a bocajarro, mientras se vaga entre la niebla. Su diáfana presencia, es perceptible hasta el momento en que te encuentras, por circunstancia o destino, inmerso en la pesadumbre de su mundo. Tejedor existencialista, es capaz de seducirte desde la sombras, como una sirena que canta más allá de la tormenta y que, con sus letras, te hace sentir lo que pensabas improbable y lo que imaginabas inimaginable.
¿Quién carajo es este escritor del que nadie habla?
Juan Carlos Onetti nació en la ciudad de Montevideo — Uruguay— un primero de julio de 1909. Desde muy temprana edad, las letras se convirtieron en un elemento fundamental dentro de la composición de su ADN, ya que como muchos de los grandes escritores; se convirtió en un lector voraz apenas aprendió a leer. Cuando tenía 21 años, se mudó junto a su esposa —María Amalia Onetti— a Buenos Aires, donde comenzó a escribir con más formalidad, en diversos diarios de circulación local.
Su primer cuento Avenida de mayo-diagonal- Avenida de mayo, es publicado por primera vez en 1933 en el diario La Prensa. Después de un par de años en la Argentina, regresa a su patria y escribe Tiempo de abrazar, novela que no vería la luz hasta muchos años más adelante. Es en esta alternancia de países, donde su magnífica escritura comienza a formarse, como lienzo que presenta las primeras pinceladas de una obra que se presume formidable.
En los primeros años de formación literaria y de escritura, trabajó como secretario de redacción de la revista literaria Vea y Lea e Ímpetu. En 1939, escribe su primera novela titulada El pozo. En 1943, publicó Para esta noche, novela que nos hace vislumbrar entre rendijas, la forma en que Onetti construirá su mundo, utilizando la innovación narrativa y ficcional, como eje crítico dentro de su obra. En 1950, escribió una de sus novelas más aclamadas, La vida breve, obra central en su carrera como escritor. Unos años después, aparecieron El astillero y Juntacadáveres —piezas imperdibles si se quiere conocer a Onetti a profundidad—.
El exilio y la cama
Onetti fue encerrado en un hospital psiquiátrico por órdenes del dictador uruguayo Juan María Bordaberry, la causa, el cuento El guardaespaldas. Después de algunos meses de encierro, su amigo Félix Grande —poeta español— intercedió por él y gracias a su notoriedad, Onetti pudo salir. Libre y con ganas de comerse al mundo, el escritor uruguayo se trasladó inmediatamente a la Argentina, lugar dónde permaneció una breve temporada.
El Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, le ofreció una invitación para que viaje a Madrid. Es en este viaje, donde Onetti decide que España será su nuevo hogar y así lo hace, de Buenos Aires se traslada junto con su familia al viejo continente.
En esta época de su vida, el tiempo cobra una dimensión distinta para él y para los demás habitantes del mundo. La producción de su obra se disminuyó considerablemente. En los últimos 12 años de su vida, Onetti prefería no salir de su casa, siendo que “casa” funciona como eufemismo para explicar que Juan Carlos ya no salía ni de su cama. Es en este mágico colchón, dónde pasaba los días y las horas leyendo, fumando y tomando Whisky. En 1993 publicó su última novela Cuando ya no importe y murió un año después, en 1994, debido a serios problemas hepáticos.