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Jorge Negrete, emblema de la nobleza ranchera

Jorge Alberto Negrete Moreno fue un hombre bien plantado, buen jinete, mejor cantante, actor, políglota y dirigente sindical.
Jorge Negrete, emblema de la nobleza ranchera

En las novelas de caballería, como en el Amadís de Gaula, a los caballeros los guiaba la fe en Dios, la obediencia al rey y el amor a su dama. Muchos siglos después, en el mundo de los hacendados mexicanos, aquella triada medieval se convirtió en «patria, mujer y caballo». 
Esta trinidad aparece en las canciones de la comedia ranchera, muchas, fruto de la inspiración del tamaulipeco Ernesto Cortázar (1897-1953), junto con el chilango Manuel Esperón (1911-2011): «Qué rechula es mi tierra», «Una pasión me domina, rendido estoy a tus pies» y «¡Qué buen caballo va montando el caporal!», son algunos momentos musicales en las cintas de la época de oro del cine mexicano. 
Historias, canciones y personajes abrieron en la comedia ranchera el costumbrismo idílico de un vergel ubicado en el Bajío tapatío, salpicado con una estética de la generosidad en amplios horizontes fértiles, melodías de ensueño, amores platónicos y tormentosas pasiones; con un titán que empezó su carrera en 1931 usando el nombre artístico de Alberto Moreno y que, en 1932, lo cambió a Jorge Negrete por recomendación del actor Arturo de Córdova. 
Jorge Alberto Negrete Moreno fue un hombre bien plantado, buen jinete, mejor cantante, actor, políglota y dirigente sindical. Nació un 30 de noviembre de 1911 frente a la Plazuela del Ropero, en Guanajuato, y fue el segundo de los cinco hijos del matrimonio de doña Emilia Moreno Anaya y el teniente coronel David Negrete Fernández. 
A la edad de cinco años, Jorge Negrete se trasladó con su familia a la Ciudad de México. Ahí ingresó, con 16 años, en el Heroico Colegio Militar y, poco después, al cumplir 19 inició sus estudios de canto con José Pierson, maestro de figuras como José Mojica y Pedro Vargas. 

Un ranchero en la corte del Rey Arturo

En la tierra de los charros mexicanos hay un hombre que nos honra de verdad, es muy grande, y en su sangre se desborda la bravura, el entusiasmo y la verdad. Enrique Crespo, «Corrido a Jorge Negrete» 
La carrera artística de Jorge Negrete comenzó en la radio, en un programa semanal de la xew. Hizo también un poco de teatro en el Lírico, con la famosa compañía de Roberto «el Panzón» Soto, pero no corrió con suerte y decidió que el teatro de revista no era lo suyo. 
En 1936, Negrete y Ramón Armengod, «el chansonnier veracruzano», probaron fortuna en los EE. UU., donde formaron el dueto The Mexican Caballeros. Fueron tiempos difíciles para él: comenzó de lavador de coches, ganando 75 centavos de dólar al día —aunque también cantó en bares recibiendo hasta 85 dólares por noche—. Luego de una audición le ofrecieron ser suplente de la voz principal en la Metropolitan Opera House de Nueva York, a lo que respondió: «¡Yo no suplo a nadie!». Si con ello la música lírica perdió un barítono, el cine mexicano ganó una de sus estrellas más brillantes.

¡Ay Jaliscono te rajes!

Mientras probaba suerte como cantante en un cabaret de Nueva York, Jorge Negrete recibió la oferta de actuar en una película de «caballitos». Desde 1937 había viajado a México para protagonizar otras películas, pero se negaba a actuar en comedias rancheras: «¿Yo, hacer una película de charros? Ni que estuviera loco», respondía. Sin embargo, en 1941 la estrechez económica lo obligó a aceptar el papel protagónico de ¡Ay Jalisco… no te rajes! 

Ésta fue una película decisiva tanto para el Charro Cantor como para la cinematografía nacional. Desde su estreno fue muy taquillera y obtuvo ganancias superiores al costo de producción —152 mil pesos—. Con el Mariachi Vargas de Tecatitlán, apareció por vez primera la formación del mariachi como lo conocemos en la actualidad, y fue durante la filmación de esta cinta cuando Jorge conoció y le dio el primer beso al amor de su vida: la actriz Gloria Marín. 
Su personaje de Salvador Pérez Gómez «el Ametralladora», consolidó la imagen del charro de exportación. Negrete fue el primer actor que dio a conocer al charro mexicano en el extranjero, sobre todo en España, donde el público lo adoró. Así lo hizo con Jalisco canta en Sevilla, con Teatro Apolo, y con más de la mitad de las 44 películas que filmó durante su trayectoria artística. 
Otras cintas significativas de Negrete son: Así se quiere en Jalisco, anunciada como la primera película a color de nuestra cinematografía; El peñón de las Ánimas, donde debutó María Félix; Una carta de amor, su favorita; El rebelde, donde canta «Sueño de amor», escrita por Octavio Paz. En muchas de ellas Jorge se hizo acompañar de su trío de cabecera: el Trío Calaveras. 
Por supuesto, no nos podemos olvidar de Dos tipos de cuidado, al lado de su gran amigo Pedro Infante. Dicen que Pedro lo quería tanto; que le traía pescado de Sinaloa en su avioneta, e incluso, cuando cayó enfermo, le llevó un trenecito eléctrico al hospital. Fue él, quien al morir Negrete, encabezó su cortejo fúnebre. 

La historia de un ranchero enamorado

No me queda más consuelo que saber que no soy culpable de este pesar. Carta de Jorge Negrete a Gloria Marín —30 de mayo de 1953— 
Negrete, con su aspecto altanero y bravucón, amén de su sonora voz, fue un imán para las mujeres. Estuvo casado con la actriz Elisa Christy —Elisa Zurbarán— de 1940 a 1942, con quien tuvo a su única hija, Diana, quien a su vez tuvo dos hijos: Rafael y Lorenzo Negrete, ahora cantantes. 
Pero el gran amor de su vida, con quien estuvo unido sentimentalmente por más de diez años, fue Gloria Marín (1919-1983). Según el crítico de cine Emilio García Riera, ellos formaron «la primera pareja perfecta del cine nacional». A su vida se sumaron romances con Elsa Aguirre y Miroslava. Finalmente, en 1952 llegó María Félix (1914-2002) a la vida de Jorge; con ella, a falta de hijos tuvo caprichos como un collar de esmeraldas con valor de 300 mil pesos. 
En cosas del amor, era un tipo de cuidado. Al revisar la correspondencia que sostuvo con Gloria Marín se asoman cualidades románticas que serían la envidia de las mejores páginas de Yolanda Vargas Dulché. Como compositor no se quedó atrás, así lo prueban sus canciones «Ya perdí la cuenta» o «Si tú te enamoraras de mí». 

 
México lindo y querido, si muero lejos de ti. Que digan que estoy dormido y que me traigan a ti. Chucho Monge 
Tan sólo bastaron 16 años para que la cinematografía nacional consumara los ideales del paraíso provinciano con el género llamado «comedia ranchera», que se caracterizó por presentar imágenes del charro del Bajío moviéndose a sus anchas entre callejuelas y plazas, campos y haciendas, iglesias o cantinas, muy dado al amor y a las peleas, siempre interpretando a voz en cuello —con tequila y limón— canciones de bohemia, de amor y de tristeza. 
Si el director de cine Fernando de Fuentes (1894-1958) dejó atrás sus obras críticas —El prisionero 13 (1933)— para presentar en Allá en el Rancho Grande (1936) y en ¡Ay Jalisco… no te rajes! (1941) a Tito Guízar como héroe de la Arcadia campirana, luego fue Jorge Negrete con Ismael Rodríguez (1917-2004) quien, en Dos tipos de cuidado (1952) llevó al clímax las hazañas bucólicas juntando al Charro Cantor como Jorge Bueno y a Pedro Infante, el Ídolo de México, como Pedro Malo, en un relato sobre honor, romance y amistad viril. 
La vida de Jorge Negrete terminó de manera trágica. Muchos jorgenegristas culparon a la Doña de la muerte de su actor favorito. Algunos recordaban con suspicacia aquel momento de 1942, cuando en el set de El peñón de las Ánimas Jorge regañó a la debutante María Félix por su impericia para bailar —estaba enojado porque quería imponer a su novia Gloria Marín—: «¿Con quién se acostó para que le dieran el papel?». 

Si muero lejos de ti

Mariachis, guarden silencio que hoy traigo enfermo el corazón, se ha ido Jorge Negrete, su más ferviente charro cantor. José Alfredo Jiménez 
«Obtuvo el virus de la hepatitis y no se cuidó.» A eso atribuía Manuel Esperón el deceso del Charro Cantor. Lleno de compromisos, fueran presentaciones musicales, filmaciones o asuntos gremiales, Jorge Negrete murió en Los Ángeles, California, de cirrosis hepática el 5 de diciembre de 1953, dejando tras de sí a María Félix, a su hija Diana, cerca de 85 canciones grabadas y 44 películas donde se erigió como el ícono del género ranchero. 
Dos días después se realizaron las exequias en el cine Victoria —después la anda, hoy teatro Jorge Negrete—. Algunos afirman que medio millón de personas —cuando la Ciudad de México tenía seis millones de habitantes— acompañaron al ídolo hasta el panteón Jardín y, para incrementar el drama, una jovencita no soportó la ausencia del galán y se suicidó. 
Ha pasado una centuria desde su nacimiento, y cada vez que el Charro cantor sale en pantalla sigue siendo tan peligrosamente atractivo como en su primera aparición cinematográfica. Por lo mismo, la cultura y la farándula lo admiran sin cesar. Desde aquel lado, Carlos Monsiváis lo calificaría como un «indispensable» y, en esta orilla, Carmen Salinas lo describe como «guapo e inolvidable». A más de medio siglo de ausencia, Jorge Alberto Negrete Moreno sigue aderezando con mil primaveras el imaginario de los mexicanos vistos por sí mismos. 
 

 

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