adplus-dvertising

Johannes Brahms

Excelencia pura.

Cuentan que su mano temblaba cuando componía. Odiaba las bicicletas y nunca compuso una ópera. A nadie como a él puede comparársele con «el sordo de Bonn». Ni a Wagner ni a Liszt… sólo a él.
Ése, de personalidad romántica y juguetona, pero perfeccionista y entregada; sólo a ése, de obra entrañable e inconfundible. Sólo a él. Sólo a Brahms.

«Sin la labor de la mano humana, la inspiración es sólo una caña que mueve el viento.»

Simpleza y comodidad

Nacido en mayo de 1833, proveniente de una familia húngara humilde, Johannes Brahms prefirió siempre los atuendos cómodos y gustaba de espacios al aire libre, apacibles —nunca soportó ver, mucho menos escuchar, esos rarísimos, horrorosos e imprevisibles vehículos de dos ruedas que perturbaban la paz de las calles y sus pensamientos—. Así, aunque valoraba el desarrollo tecnológico propio de la época, su cotidianeidad tendía a lo simple:

«Buscaba un restaurante al aire libre, siempre que el tiempo lo permitiera. Le disgustaba comer en table d’bôte e intentaba evitarlo por todos los medios por la sencilla razón de que no le gustaba arreglarse para ello. Se sentía más cómodo en una camisa de lana con rayas, sin cuello y sin corbata. Incluso su suave sombrero de fieltro pasaba más tiempo en su mano que sobre su cabeza. Siempre que venía a casa traía una maleta de piel que recordaba a las de los coleccionistas de minerales, llenas de piedras. En realidad contenía los libros que le había prestado la semana anterior y que cambiaba por otros. Cuando hacía mal tiempo completaba su atuendo singular y fuera de estilo con una manta gris parduzca que colgaba sobre sus hombros y sujetaba delante con un gran alfiler. La gente se quedaba atónita mirándolo».

Joseph Viktor Widmann, amigo cercano y biógrafo

Exigencia, carisma y misterio se conjugaron en la personalidad y genio de Brahms. En 1886, Widmann escribió:

«Nunca he conocido a nadie que tuviera un interés tan fresco, genuino y duradero por todo lo que le rodeaba como Brahms, ya se tratase de la naturaleza, del arte o incluso de la industria. El mínimo invento, la mejora de cualquier artículo de uso doméstico, cualquier muestra, en definitiva, de ingenuidad práctica, le producía verdadero placer […]»

«¡Pido mil perdones si hay alguien a quien no haya insultado esta noche!»

Brahms

El compositor

Brahms era, en lo privado, la máxima reducción de lo complejo… mas no era así en lo profesional. Desde muy joven, dominó el violín, el violonchelo y el contrabajo —de su padre, contrabajista en una orquesta local, quien recibió sus primeras lecciones—, pero fue su especialización en el piano y sus dotes de compositor los que sorprendieron a Robert Schumann, quien lo guiaría durante los inicios de su carrera y lo impulsaría de manera determinante en su proyección profesional.

Luego de ofrecer su primer concierto como solista, en 1848, Brahms trabajó arduamente en sus primeras composiciones, mismas que, por sugerencia de su entonces tutor —Edward Marxen—, envió para solicitar el consejo de Schumann, quien, impactado por el enorme talento e ímpetu de Johannes, decidió dar seguimiento a su carrera y publicar un artículo en el que promovió el trabajo del joven compositor quien se convertiría, con el tiempo, en su entrañable amigo.

Al morir Robert, la relación entre Brahms y Clara Schumann, la viuda, se mantuvo tan estrecha que surgieron muchas teorías sobre un supuesto amorío entre ellos.

Empieza el legado

En 1859, se haría pública la primera gran obra de Brahms: el Concierto No. 1 para piano; sin embargo, los oídos de Leipzig —ciudad en la que él mismo la interpretó por primera vez— no recibieron con total agrado la pieza.

Concierto para piano (pt.1), con Stephen Hough.

«[Brahms] recibió condecoraciones del kaiser Guillermo —Orden de la Paz con la apostilla Pour le mérite—, el emperador de Austria —Comendador de la Orden de Leopoldo— o su ciudad natal, que lo nombró hijo predilecto en 1889, ocasión para la que Brahms compuso su Fest- und Gedenksprüche Op. 109, pieza que dirigió con ocasión de la entrega de la distinción.»

EINSTEIN, Alfred; La Música en la época romántica; trad. de Elena Giménez (Madrid: 1986).

Dicen algunos: «Saber que uno no es mejor que nadie ya lo hace a uno mejor que muchos». Eterno admirador de Beethoven y Mozart, Brahms sobresalió entre sus colegas contemporáneos por su modestia y sus múltiples formas de manifestarla. Se cuenta que en una ocasión, durante una cena en Berlín en su honor, se propuso un brindis «por el más grande de los compositores». Brahms, de inmediato, levantó su copa y respondió: «¡Por Mozart!».

En 1872, Brahms fue elegido como director de la Gesellschaft der Musikfreunde —Sociedad de Amigos de la Música, fundada en 1812 por Joseph Con Sonnleithner—, encargada de promover el arte musical y creadora del Conservatorio de Viena y la Wiener Musikverein —es, si no la más importante, una de las salas de conciertos más bellas y de mayor reconocimiento en el mundo.

La obra de Brahms se alimentó de majestuosas sinfonías —Sinfonía nº 1 en Do menor op. 68, Sinfonía nº 2 en Re mayor op. 73 y Sinfonía nº 3 en Fa mayor op. 90, entre otras—, danzas, baladas y oberturas. Sin embargo, la composición que lo llevaría a la fama en toda Europa sería la basada en la traducción de la Biblia realizada por Lutero, e inspirada por la muerte de su madre.

Ein Deutsch Requiem

Su máxima composición, para muchos la más genial, la más profunda, de enorme carga emocional y espiritual, es la pieza en la que, con siete movimientos, tradujo al lenguaje musical y conjugó sentimientos como la incertidumbre, la rabia y la esperanza; es la obra en la que fusionó su genio con su dolor. Además, es la composición con la que se consagró, en 1869, como ícono artístico en la historia de la humanidad.

Una canción de cuna

Brahms se enamoró de Bertha Faber —soprano húngara—, porque cada tarde, mientras la acompañaba de regreso a casa al salir ella de sus ensayos, le cantaba al oído un vals vienés. El tiempo pasó y sus vidas se separaron, pero él la guardó para siempre en la historia de la música, con una adaptación de aquella melodía que resonó siempre en su corazón. El resultado: una Lieder —canción, se trata del opus 49 de Brahms: Wiegenlied— en cinco movimientos para piano y voz, que dedicaría al segundo hijo de la soprano, en 1868.

La partitura, entregada como obsequio, incluía una nota dirigida al entonces esposo de la amada:
«Sabrá ya que compuse Wiegenlied para el pequeño Hans. Sepa también que, mientras ella se la canta a él, alguien le canta a ella, a su vez, una canción de amor.»

Dietrich Fischer-Dieskau —barítono— y Wolfgang Sawallisch —piano.

«El tío» Brahms

Brahms nunca tuvo hijos, pero encontraba en su convivencia con los niños un desahogo, un placer que muchos, al describirlo, lo hacen rayar en lo psicótico. Los biógrafos del húngaro afirman que los niños despertaban en él una personalidad «alterna», una muy pícara.

«El tío Brahms, con su barba de Santa Claus y sus bolsillos repletos de caramelos, era un personaje popular en muchas familias dentro y fuera de su ciudad; pero para los más pequeños —y debe admitirse que también para muchos de sus mayores— podía ser una compañía misteriosa. Muy pocos dudaban de la sinceridad de su afecto hacia los niños, pero en ocasiones podía abusar de su confianza, dejaba de ser divertido y se convertía rápidamente en alguien llegaba a inspirar temor. Así lo recordaba su amigo y primer biógrafo, Max Kalbeck: “Podía sentar a un pequeño sobre sus rodillas con aparente cordialidad y, apenas ahí, lo amenazaba con recortarle la nariz con un cortapuros. Recuperada su confianza, le preguntaba si quería un vaso de agua, mismo que luego le derramaba por la nuca y por dentro de la ropa […] Luego, Brahms se marchaba complacido”.»

En 1906 se fundó en Berlín la Asociación Brahms, cuyo objeto principal es propagar y mantener viva la obra del compositor.

El Albumblatt perdido

En 2012, los seguidores de Brahms se estremecieron con una noticia: se halló una partitura de dos minutos de duración, compuesta en 1853 —cuando Johannes tenía tan sólo 20 años—, jamás publicada. Christopher Hogwood, musicólogo británico, fue el afortunado que, mientras buscaba entre una colección de manuscritos de la Universidad de Princeton, en EE.UU., encontraría la invaluable página con notas y firma de Brahms.

«Albumblatt», como está titulada la pieza, es una composición para piano que no vio la luz sino hasta más de siglo y medio después de haber sido creada, cuando la estación de radio de la BBC de Londres, a través de su canal 3, transmitió en vivo una interpretación del tema a manos del húngaro-británico András Schiff.

«Johannes Brahms es, con mucha diferencia, el más grande de todos los compositores actuales: es un crescendo de Beethoven.»

Richard Strauss

Brahms murió en Viena, en abril de 1897.

Más de Brahms

  • 1859 – Concierto para piano y orquesta nº 1
  • 1865 – Sexteto para cuerda nº 2
  • 1868 – Réquiem alemán
  • 1871 – Canción del destino, op. 54
  • 1872 – Danzas Húngaras (21)
  • 1876 – Sinfonía nº 1
  • 1878 – Concierto para violín y orquesta, op. 77
  • 1880 – Sinfonía nº 2
  • 1881 – Concierto para piano y orquesta nº 2
  • 1881- Obertura trágica, op. 81
  • 1883 – Sinfonía nº 3
  • 1885 – Sinfonía nº 4
  • 1887 – Concierto violín, violonchelo y orquesta
  • 1892 – Quinteto para clarinete y cuerda, op. 115
  • 1892 – Intermezzos (3), op. 117
  • 1892 – Seis piezas para piano, op. 118
  • 1894 – Cinco Canciones, op. 49

→ Con información de bbc.co.uk y BBC Radio, en su canal 3.
→ Información y citas de Max Kalbeck extraídas de Historias curiosas de la música: así como suena II, de Lindt Lawrence, 1ª Edición (2004). [Versión digital, consultada el 28 de mayo de 2013.]

Compartir en:

Twitter
Facebook
LinkedIn
Email

Deja tu comentario

Suscríbete al Newsletter de la revista Algarabía para estar al tanto de las noticias y opiniones, además de la radio, TV, el cine y la tienda.

Las más leídas en Algarabía

Scroll to Top