La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido. Leonard Bernstein
Imaginemos al hombre de la prehistoria generando sonidos al golpear las palmas de sus manos una contra otra o contra su cuerpo, usando su pecho y su boca como resonancia, o al silbar, chasquear sus dedos o frotar su piel, y, más tarde, al descubrir el potencial de los materiales que Madre Natura le ofrecía, hasta fabricar un sinfín de instrumentos que inundan con sus notas una sala de conciertos y el último confín del mundo.
En clave de sol
Según Platón, la música es la gimnasia del alma; entonces, ¿los instrumentos musicales son algo así como la caminadora? Cualquiera que sea la respuesta, no se puede negar que, para hacer y enriquecer su música, el ser humano no ha limitado su inventiva y ha creado una enorme cantidad de instrumentos con todo tipo de materiales: madera, metal, concha, caracoles, tripas, pieles, hueso, marfil, cuernos, porcelana, barro, semillas, caucho, plástico y ¡hasta crines de caballo!
A pesar de esta variedad, la música sólo se produce de cinco maneras: soplando, golpeando, frotando, punteando y, recientemente, por medio de la electrónica. Así, los instrumentos tienen dos tipos de clasificaciones. La primera, de Sachs-Hornbostel, considera al elemento vibrante1 que produce el sonido y, entonces, se especifica que los instrumentos se dividen en cinco grupos: cordófonos —mediante cuerdas—, aerófonos —mediante una columna de aire—, membráfonos —mediante una membrana—, idiófonos —el instrumento vibra en su totalidad— y electrófonos —mediante circuitos eléctricos.
La segunda es la clasificación clásica, que se basa en la disposición de los instrumentos en una orquesta sinfónica y en el elemento que produce el sonido: viento, percusión, cuerda y electricidad. En este artículo nos apoyaremos en esta última, porque es la más popular y no descarta la forma cómo se produce el sonido.
La percusión
Los timbales del cura de Villalpando, pun catapún chin chin…
Madaleno
Por su simpleza, los instrumentos de percusión son los más antiguos. Su sonido se produce debido al choque de un material contra otro —de hecho, percutir significa «golpear» o «dar golpes repetidos»—. Las dimensiones del tambor, la amplitud de su panza y el material de las baquetas afecta al sonido producido, que puede ir desde registros muy suaves hasta otros muy graves. Por eso, no es lo mismo golpear el tamborcillo del kínder que percutir y repercutir la batería, o llevar un sonoro y alegre ritmo con las tumbadoras de un grupo de salsa.
Entre los instrumentos de percusión encontramos los de metal: triángulo, platillo, vibráfono, celesta, gong y las campanas tubulares. También hay de madera: claves, castañuelas, marimba y xilófono, y los de piel montada sobre un bastidor —o sea, los tambores—, entre los que están los timbales de orquesta —cuatro tambores enormes que están instalados sobre una caja de cobre o de latón—, la tarola, redoblante o caja orquestal; los tom-toms, en todos sus diámetros; la pandereta; el tambor militar y los bongós, las congas y el bombo. Todos ellos acentúan el ritmo y dan potencia a la música.
El viento
Fue tan buena la nota que dio aquel humilde trompeta que, entre acordes de cariño eterno, se fue ella con él.
Rubén Blades
Los instrumentos de este grupo funcionan bajo un principio muy sencillo: el músico sopla a través de una apertura en el extremo de un tubo y provoca que éste vibre. La extensión y el diámetro de los tubos, así como el material de que están hechos —básicamente madera y metal, aunque también los hay de marfil o cuerno, barro, porcelana, baquelita, pasta e, incluso, caracoles—, permiten obtener distintas notas, timbres y colores del sonido.
Los de madera son: clarinete, oboe,2 fagot, contrafagot, quena y flauta de pan. Entre los de metal están el piccolo o flautín, flauta transversa, armónica, saxofón —cuya familia consta de nueve tesituras, desde el subcontrabajo hasta el sopranísimo o soprillo—, trompa o corno —francés o inglés— y el sousáfono, esa trompeta circular tan grande que envuelve al músico.
El órgano es un instrumento de viento, lo mismo que el acordeón, el bandoneón y el melodión. Su sonido se produce cuando el viento pasa por distintos tubos y conductos que se abren y cierran al apretar las teclas. Los tres primeros necesitan de un fuelle que genere el aire necesario y el último es tan pequeño que puede ser soplado hasta por una niña de seis años.
Los instrumentos de viento abarcan un rango de sonidos tan amplio que soporta el peso de una melodía, complementan y funden todos los sonidos de un conjunto y, cuando de potencia se trata, los metales —cornos, trompetas, trombones y tubas— dominan toda la expresión.
La cuerda
«Callan las cuerdas. La música sabía lo que yo siento.»
Jorge Luis Borges
Las cuerdas son, acaso, los más conocidos de entre todos los instrumentos. Tan sólo hay que ver un mariachi, repleto de violines, guitarras, requintos y su tololoche.
Cualquiera puede notar que el violín no se ejecuta de la misma manera que la guitarra, porque las cuerdas pueden tocarse por frotación o por punteo. Además del violín, las cuerdas que se frotan son sus hermanos: viola, violonchelo y contrabajo, así como la viola da gamba y el monocordio. El arco que se usa para frotar las cuerdas está hecho de madera de pernambuco de Brasil y sus cuerdas de crines de caballo. Por otro lado, las cuerdas punteadas son: arpa, guitarra —y todo lo que se le parezca—, jarana, laúd, lira, mandolina y salterio.
Ya sean frotadas o punteadas, las cuerdas exigen que sus ejecutantes tengan pleno dominio de ambas manos, pues las notas y acordes surgen de la combinación de las pisadas de la mano izquierda sobre las cuerdas en el mástil del instrumento.
En esta categoría también debemos incluir al clavicordio y al clavecín, pues aunque son catalogados instrumentos de teclado, producen su sonido por punteo sobre sus cuerdas. Por último está el piano, cuyo sonido surge cuando se pisa una tecla y un mecanismo percute la cuerda correspondiente. Este instrumento tiene el registro más amplio de todos los de cuerdas, pues cuenta con 88 teclas, que conforman siete octavas.3
La electrónica
Los músicos son terriblemente irrazonables. Siempre quieren que uno sea totalmente mudo en el preciso momento que uno desearía ser completamente sordo.
Oscar Wilde
El requisito para que un instrumento se clasifique en esta categoría es que su sonido sea generado o distorsionado por circuitos electrónicos, a diferencia de los electroacústicos, cuyo sonido sólo es amplificado eléctricamente. Por supuesto, la gran protagonista es la guitarra eléctrica, seguida de otras versiones de instrumentos tradicionales: batería eléctrica, bajo eléctrico y piano eléctrico. Además, está el sintetizador, que es un órgano electrónico capaz de emular las voces de prácticamente cualquier instrumento, y el amplificador, que resulta fundamental, ya que sin él no podríamos oír ni una sola nota proveniente de los instrumentos de esta categoría.
1 Los instrumentos producen sonido por vibración, o sea que el elemento vibrante es la parte que genera el sonido: una cuerda, una piel o membrana, un elemento de madera, una columna de aire, etcétera.
2 Las orquestas modernas afinan con el oboe que, a su vez, está afinado en la a 440 Hz, la norma aceptada como ISO 16 por la Organización Internacional de Estandarización desde 1955. El diapasón está afinado con esta misma nota.
3 En el sistema de notación musical occidental, una octava es una serie diatónica en que se incluyen los siete sonidos constitutivos de una escala y la repetición del primero de ellos. Por ejemplo: do, re, mi, fa, sol, la, si, do.
Sigue leyendo: El soldado que salvó a Hitler