Después de la ii Guerra Mundial, los ee. uu. no sólo se convirtieron en una superpotencia económica sino también en la capital mundial de las artes, pues además de albergar a un sinnúmero de artistas y literatos de todo el mundo, algunos hijos de esta tierra figuraron entre los más grandes: Edward Hopper.
Entre ellos destacan Georgia O’Keeffe, y dos pintores considerados por el crítico Carl Baldwin como polos opuestos del individualismo americano y de la integridad artística: Jackson Pollock y Edward Hopper.
Voyeurista de la vida cotidiana, de la modernidad americana y de la soledad del individuo; espía de la realidad, del momento crucial expuesto crudamente y sin adornos; analista de luces y sombras, de interiores y exteriores; ladrón de momentos y de intimidades de personajes conocidos y anónimos: todo eso busca y plasma Edward Hopper, uno de los más notables artistas de la corriente realista llamada American Scene.
Gestación
Edward Hopper nació el 22 de julio de 1882 en Nyack, Nueva York. Estudió ilustración y dibujo publicitario en la New York School for Illustrators y después en la New York School of Art bajo la tutela de Robert Henri. Entre 1906 y 1910, Hopper pasó dos largos periodos en París, donde el arte de los impresionistas y el interés de éstos en los efectos de la luz en el paisaje fueron una gran influencia para su trabajo: «Quizá no sea muy humano. Mi deseo era pintar la luz del sol en la pared de una casa».
A su regreso, y durante los ocho o diez años siguientes, Hopper se dedicó al dibujo publicitario como empleo regular, pero no abandonó su trabajo personal y realizó numerosos aguafuertes y óleos. La monotonía de su empleo no fue obstáculo para el éxito de su pintura, y en 1920 logró su primera exposición individual —de los óleos que realizó en París— a la que siguieron constantes exhibiciones que atrajeron la atención del público, consolidaron su nombre y lo convirtieron en una especie de «hijo predilecto».
En su pintura, Hopper no busca plasmar sus pensamientos, emociones o vivencias; en cambio, se esfuerza por transmitir la sensación que la escena retratada le transmite a él. Hopper no puede explicar por qué recurre a los objetos que retrata y, sin embargo, el resultado salta a la vista: en sus pinturas, los comunes denominadores son la soledad, el vacío y la monotonía.
Conoce más sobre la visión de Hopper en la versión impresa de Algarabía 101.