«¿Qué quiere decir eso de “paz”? Para gente como nosotros, la guerra no termina jamás.»
Günther Grass, Mi siglo (1999)
Pocas historias tan convulsas y trágicas, aunque por demás interesantes y creativas, como la de los pueblos germanoparlantes en general y de su mayor Estado, nacido tardíamente y con lo que sólo cabría llamar una pulsión autodestructiva latente: Alemania.
Desde el Primer Reich fundado por Carlomagno, un mosaico de territorios que originalmente incluía las actuales Francia, Italia y Alemania, que duró desde el año 800 hasta su disolución por Napoleón en 1806 y que, según Voltaire, no era un Imperio, tampoco Sacro ni Romano, aunque sí mayoritariamente germánico; hasta la unificación del moderno Estado-nación alemán —compuesto por reinos como Prusia o Baviera, principados, ducados o ciudades libres—, a costa de Austria, Dinamarca y Francia, bajo la égida prusiana y la implacable conducción de Bismarck, en la década de 1870.
Sin embargo, esa Alemania, demasiado grande para Europa y demasiado pequeña para el mundo al decir de Henry Kissinger, ha sido motor de la historia europea —y mundial— desde entonces —para bien y para mal—. Pionera de las ciencias y la alta cultura, ejemplo de disciplina cívica y vitalidad económica, también ha sido azote para sus vecinos, la peor enemiga de sí misma y parangón de atrocidades y megalomanía abismales. Derrotada contundentemente en dos guerras mundiales que ella inició, humillada y empobrecida tras una y reducida a cenizas y desmembrada luego de la otra, los alemanes hubieron de hacer examen de conciencia, reconstruirse y reinventarse pese su división en dos Estados, el recelo de sus vecinos y su pérdida de poder y territorio. Reunificada en 1990 tras el fin de la Guerra Fría y haber absorbido —de manera no del todo exitosa— a su mitad oriental, una Alemania moderna y próspera, consciente de su pasado, reconciliada con sus vecinos, insertada decididamente en la Unión Europea y convencida de sus valores democrático-liberales, aún ha, en pleno siglo XXI, de afrontar el colapso demográfico de su propia población, el reto de la inmigración masiva, el fin de la globalización y el retorno a una historia de cambios súbitos y profundos.
La que sigue son fragmentos de la cronología de la compleja historia política y arquitectura constitucional de la Alemania moderna. No sólo ha pasado por regímenes parlamentarios autoritarios y democráticos, dictaduras totalitarias, monarquía y repúblicas; sino que, además, ha conservado la distinción entre jefes de Estado y jefes de Gobierno, así como un diverso ecosistema de partidos políticos, cargos y gobiernos de coalición. Si bien esto torna difícil la comprensión, también lo hace interesante. Muy alemán, pues.
Segundo Reich (1871-1918)
República interina de Weimar (1918-1919)
República constitucional de Weimar (1919-1933)
Tercer Reich (1934-1945)
República Democrática Alemana (1949-1990)
República Federal Alemana (1949-)
Anexos
Títulos
- Kaiser – emperador
- Fürst – príncipe
- Graf – conde
- Reichsministerpräsident – presidente del concejo de ministros
- Reichspräsident – presidente del Reich
- Präsident der Republik – presidente de la República
- Bundespräsident – presidente de la República
- Präsident der Volkskammer – presidente de la Cámara del Pueblo
- Vorsitzender des Staatsrats – presidente del Concejo de Estado
- Vorsitzender des Ministerrats – presidente del Concejo de Ministros
- Reichskanzler – canciller del Reich
- Bundeskanzler – canciller de la República
- Generalfeldmarschall – mariscal de campo
- Führer – líder / caudillo
- Groβadmiral – gran almirante