De seguro debes conocer a Francisco González Bocanegra ya sea por la clase de educación cívica o simplemente para sentirnos más mexicanos frente al país contrario, el segundo himno nacional más bello del mundo lo cantamos nosotros. A pesar de esto, ¿hemos analizado cuidadosamente lo que su letra proclama? O mejor aún, ¿sabemos bajo qué adversidades fue compuesto? El himno nacional mexicano está por cumplir 160 años, así que sería bueno recordar un poco acerca de esas clases de historia y civismo de la primaria.
Antonio López de Santa Anna volvía del exilio a la presidencia de México, después once años de haber ocupado el mismo puesto, de1833 hasta1847. Pareciera que a los mexicanos no les bastó ese tiempo, pero en realidad era el único que podía controlar a un país que se encontraba ingobernable e inestable. El desequilibrio nacional se debía a las constantes guerras, tanto internas —pugna entre liberales y conservadores— como externas —Guerra México–ee. uu. y Guerra de los Pasteles— que había sobrevivido el país. Santa Anna regresó con la condición de que se le diera el título de Alteza Serenísima (1853-1855) y se le nombrara dictador vitalicio.
Aunque terminaron los conflictos externos de México, el pueblo permanecía dividido por cuestiones ideológicas y políticas internas. Esto se convirtió en la verdadera causa de ingobernabilidad, pues la mano dura y firme de Santa Anna no bastaba para mantener cohesionado a un país entero. Por idea de Miguel Lerdo de Tejada, se lanzó una convocatoria para obtener la letra del Himno Nacional mexicano, el cual serviría como factor de unión nacional frente a un estado de guerra inminente, con el fin de estimular el amor y la lealtad a la nación, sin importar las diferencias, pues al final de cuentas todos eran hermanos por formar parte de la misma patria.
«Para que haya un canto verdaderamente patriótico que, adoptado por el Supremo Gobierno, sea constantemente el Himno Nacional.»
Convocatoria publicada el 12 de noviembre de 1853
Se recibieron muchísimas composiciones literarias, pero la premiada resultó ser la del poeta potosino, Francisco González Bocanegra. La música ganadora, que fue compuesta por Juan Bottesini, no fue aceptada, por lo que se lanzó otra convocatoria.
Se recibieron quince composiciones, y entre todas éstas, se eligió la que tenía como epígrafe «Dios y Libertad». Desgraciadamente su autor no se podía identificar del todo bien, pues su creación sólo presentaba las iniciales J.N., así que se publicó un aviso solicitando su paradero e identidad. El 12 de agosto de 1854, el Ministerio de Fomento, Colonización, Industria y Comercio, informó que la composición musical provenía del músico catalán Don Jaime Nunó, quien era director de bandas militares.
«Volemos al combate, a la venganza. Y el que niegue su pecho a la esperanza, hunda en el polvo la cobarde frente».
Forma en la que se tituló la composición de Francisco González Bocanegra
Tras largos ensayos y correcciones, la composición definitiva fue tocada por primera vez la noche del 25 de septiembre de 1854, en el teatro Santa Anna —al que se le cambió el nombre posteriormente a Teatro Nacional—. La interpretación fue hecha por una compañía de ópera italiana dirigida por Juan Bottesini y cantada por el Tenor Lorenzo Salvi y la Soprano Claudia Florenti.
Datos curiosos sobre el Himno Nacional Mexicano
- Se dice que Antonio López de Santa Anna no asistió al estreno del himno debido a que no quedó satisfecho con el resultado, pues la letra de este carecía de halagos hacia su Alteza Serenísima.
- En 1821 se presentó y estrenó una primera composición de Himno Nacional a cargo de José Torrescano, pero debido al poco apoyo que tuvo por parte del gobierno y de la sociedad mexicana, no fue aceptado.
- Durante la batalla del 5 de mayo, el Ejército de Oriente —comandado por Ignacio Zaragoza— en la que se enfrentaba a los franceses, el himno fue entonado de nuevo.
- Fue hasta 1943 que el gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho oficializó el Himno Nacional Mexicano.
Versión original:
(Coro)
Mexicanos, al grito de guerra
el acero aprestad y el bridón,
Y retiemble en sus centros la tierra
al sonoro rugir del cañón.
Ciña ¡oh Patria! tus sienes de oliva
de la paz el arcángel divino,
que en el cielo tu eterno destino
por el dedo de Dios se escribió.
Mas si osare un extraño enemigo
profanar con su planta tu suelo,
piensa ¡oh Patria querida! que el cielo
un soldado en cada hijo te dio.
En sangrientos combates los viste
por tu amor palpitando sus senos,
arrostrar la metralla serenos,
y la muerte o la gloria buscar.
Si el recuerdo de antiguas hazañas,
de tus hijos inflama la mente,
los laureles del triunfo, tu frente,
volverán inmortales a ornar.
Como al golpe del rayo la encina
se derrumba hasta el hondo torrente
la discordia vencida, impotente,
a los pies del arcángel cayó.
Ya no más de tus hijos la sangre
se derrame en contienda de hermanos;
sólo encuentre el acero en tus manos
quien tu nombre sagrado insultó.
Del guerrero inmortal de Zempoala
te defiende la espada terrible,
y sostiene su brazo invencible
tu sagrado pendón tricolor.
El será del feliz mexicano
en la paz y en la guerra el caudillo,
porque él supo sus armas de brillo
circundar en los campos de honor.
¡Guerra, guerra sin tregua al que intente
de la patria manchar los blasones!
¡Guerra, guerra!, los patrios pendones
en las olas de sangre empapad.
¡Guerra, guerra! En el monte, en el valle,
los cañones horrísonos truenen
y los ecos sonoros resuenen
con las voces de ¡Unión! ¡Libertad!
Antes, Patria, que inermes tus hijos
bajo el yugo su cuello dobleguen,
tus campiñas con sangre se rieguen,
sobre sangre se estampe su pie.
Y tus templos, palacios y torres
se derrumben con hórrido estruendo,
y sus ruinas existan diciendo:
de mil héroes la patria aquí fue.
Si a la lid contra hueste enemiga
nos convoca la trompa guerrera,
de Iturbide la sacra bandera
¡Mexicanos!, valientes seguid.
Y a los fieros bridones les sirvan
las vencidas enseñas de alfombra:
los laureles del triunfo den sombra
a la frente del bravo adalid.
Vuelva altivo a los patrios hogares
el guerrero a contar su victoria,
ostentando las palmas de gloria
que supiera en la lid conquistar.
Tornáranse sus lauros sangrientos
en guirnaldas de mirtos y rosas,
que el amor de las hijas y esposas
también sabe a los bravos premiar.
Y el que al golpe de ardiente metralla
de la Patria en las aras sucumba
obtendrá en recompensa una tumba
donde brille de gloria la luz.
Y de Iguala la enseña querida
a su espada sangrienta enlazada,
de laurel inmortal coronada,
formará de su fosa la cruz.
¡Patria! ¡Patria!, tus hijos te juran
exhalar en tus aras su aliento,
si el clarín con su bélico acento
los convoca a lidiar con valor.
¡Para ti las guirnaldas de oliva!
¡Un recuerdo para ellos de gloria!
¡Un laurel para ti de victoria!
¡Un sepulcro para ellos de honor!
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