El gerundio en español es una forma invariable no personal del verbo, con terminaciones -ando, -iendo i -yendo, que se usa para denotar estados durativos; o sea, en los que la acción es durable y no nos interesa el comienzo ni el posible fin de la misma. Tiene diversos usos, aunque la mayoría de las veces lo reconocemos porque modifica a un verbo -es decir, funciona como adverbio: contestó riendo o hablaba gritando- y, como los adverbios, goza en general de libertad de posición, como en este ejemplo:
Hablando se entiende la gente.
La gente hablando se entiende.
La gente se entiende hablando.
Al gerundio, al participio y al infinitivo se les conoce como formas no personales del verbo o verboides, porque no aclaran el tiempo, ni el modo, ni la persona, así que éstos sólo se expresan en conjunción con otros elementos: yo voy caminando, tú vas caminando, él va caminando.
Frente al uso del gerundio no es fácil permanecer indiferente; por ejemplo, un ministro brasileño prohibió el uso del gerundio en la redacción de documentos oficiales en portugués y, si hablamos de casos más cercanos, en español hay quienes prefieren desmembrar, rearmar, reconstruir, pulir y encerar una oración para eliminar esta forma verbal, con el único objeto de ahorrarse cualquier vergüenza respecto a su mal uso, así que sacan al pequeño dictador lingüístico que todos llevamos dentro y sueltan a los perros para cazarlo —como José Luis Martínez, Fernando Benítez, Octavio Paz y otros grandes escritores y editores mexicanos que lo combatían a capa y espada.
En este sentido, tiene cabida la célebre anécdota en la que le piden a un redactor que borre todos los gerundios de los textos: «Joven —le dicen—, hay que desaparecer todas las terminaciones con –ando e –iendo». Entonces, él, obediente e implacable, deja de escribir hasta la palabra cuando. Así de hilarante, así de trágico. También hay algunos para quienes el gerundio es tan detestable que incluso alucinan a personas con nombres como Armando, Rolando o Servando.
Pero al gerundio no hay que huirle. Simplemente hay que saber cómo y cuándo usarlo.
Usos correctos del gerundio
a) Como adverbio: cuando modifica directamente al verbo, expresando valor circunstancial, aunque no pierda su naturaleza verbal: Juan llega corriendo: viene silbando… Incluso, cuando funciona como adverbio, admite modificadores léxicos —como los diminutivos: callandito, callandito, viene el amor callandito, dice una canción popular—. Otras veces, algunas formas de gerundio adverbial llegan a adquirir funciones de adjetivo: se quemó con agua hirviendo, vi el horno ardiendo.
b) Como verbo: conserva formas típicas del verbo:
- Admite forma simple y compuesta: amando, habiendo amado.
- Indica aspecto imperfectivo y perfectivo: amando, habiendo amado.
- Tiene voz activa y pasiva: amando, siendo amado.
- Forma el núcleo verbal de las perífrasis de gerundio: vengo estudiando la lección.
- Puede formar proposiciones con sujeto y complementos: estudiando todo el temario, aprobaré; diciéndolo tú, no lo creo. Las proposiciones pueden ser conjuntas o concertadas, con el mismo sujeto que el de la oración principal —estudiando así, aprobarás— y proposiciones en construcción absoluta, con sujeto propio —diciéndolo tú, lo creo.
c) Cuando las proposiciones en gerundio se refieren al sujeto de la oración principal, adquieren valor explicativo: el capitán, viendo que el barco se hundía, mandó preparar las lanchas de salvamento —que equivale a decir porque veía…
d) Otras veces, adquieren valor de proposiciones adjetivas: las leyes aduaneras, regulando las exportaciones —que regulan…—, protegen la economía nacional.
e) Este mismo valor adquieren las proposiciones de gerundio referidas al complemento directo: vi a un niño cogiendo ciruelas —que cogía…