Quizá la respuesta se encuentre en su origen, pues viene del griego ε ́ργον /érgon/—«obra»—, del cual derivaron palabras como enérgico —«que tiene energía»—, energético —«que produce energía»—, y energúmeno1 —«persona poseída por la energía del demonio».
Así, la ergástula está rodeada de energía; por ello no debe asombrarnos que una emoción tan ardorosa y llena de vehemencia como la pasión se relacione con ella, aunque en la antigua Roma fuera el lugar en el que vivían hacinados los esclavos… ¡Sí!, así como lo lees, la ergástula era la cárcel de los esclavos.
Pero, ¿cómo es que la energía se relaciona con un lugar tan lóbrego?
Bueno, pues todo viene del εργαστηριον /ergastérion/ griego, que se refería al «lugar de trabajo», por lo que tenía que ser un espacio en donde se reunieran actividad y energía. Más tarde, los romanos adaptaron este término al latín ergastu ̆lum, tomando en cuenta el hecho de que los esclavos requerían de mucha fuerza y vigor para realizar las labores que se les encomendaban. Del latín pasó al español como ergástulo y entonces su acepción se amplió, al referirse a cualquier tipo de prisión, sobre todo en la literatura:
Aunque su sentido varió, no perdió la pasión, pues no hay prisión sin ella. Si no, pregúntele a Jorge Luis Borges:
En fin, está tan llena de pasión, que comparte raíz con orgía —la que también requiere de mucha energía. Y aquí podemos apelar al lapsus de mi vecina de cubículo:
1 Algarabía 26, especial de verano, junio 2006, Palabrotas: «Energúmeno», pp. 80-81.
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